San Juan Bautista: el santo de la alegría y la humildad

Imagen policromada que se venera
 en la sacristía interior del monasterio
(autoría y siglo desconocidos).

- "¿Tú quién eres?”
 - “Yo soy la voz que grita en el desierto:
 ‘Este es Cristo, Palabra eterna,
 ¡que en eterno silencio ha de ser escuchada…!’”



¡Cantemos al Amor de los amores!...



























                  Les dio Pan Celeste. ¡Alleluia!
El hombre comió Manjar de ángeles.¡Alleluia!


¿Cómo era su Relación con el Espíritu Santo?:

El “Pentecostés” de Madre María Antonia de Jesús



Apenas clausuradas las celebraciones pascuales, seguimos disfrutando la exuberante y refrigeradora experiencia que el Espíritu Santo, en su Solemnidad de Pentecostés, acaba de regalarnos. Y sentimos la necesidad de acudir a nuestra querida Venerable Madre para que ella nos sumerja místicamente en esta vivencia que tanto supuso en su vida de intimidad con Dios, concretizada en su relación personal con la tercera Persona de la Santísima Trinidad: el Espíritu Santo.
El Espíritu Santo no fue para María Antonia "el gran desconocido"; todo lo contrario, se descubrió a su alma y conoció su fuego y su suavidad, su fuerza, su iluminación, su guía. Como canta san Juan de la Cruz en las estrofas 26 y 27 del Cántico Espiritual, fue introducida “en la interior bodega” donde el Amado da su pecho:
     “Empezó el Señor a soltar en mi alma el mar inmenso de sus misericordias: desabrochó el pecho de su amor para conmigo [...]. Todo aquel vacío que antes sentía, lo llenó este divino Amante [...]. Y el manjar con que me alimentaba era con su mismo Espíritu, a mi entender” (Autobiografía, f. 152).
Su alma se hace eco de la liturgia de la fiesta de Pentecostés, que canta la suavidad del Espíritu en sus antífonas:
     “… porque su divina Majestad creo yo que quiere aquí que conozca cuán suave es su divino Espíritu, no por discursos del entendimiento, sino con experimental toque de su divino Espíritu” (Ibid., f. 196).
   Y con la suavidad y dulzura que caracterizan la acción de esta divina “Persona-Amor”, experimenta también la fortaleza, justamente en una etapa de su vida muy especial, cuando, viviendo todavía en Baiona con sus discípulas, Dios la está preparando para el matrimonio espiritual:
     “El día de pascua del Espíritu Santo [...] sentíme tan vehementemente fortalecida, que no podía disimular el arrobo de [con] quien estaba, que era mi compañera, aunque ella no haría reparo, que también estaba en oración, y oí una voz que decía: —¡Bienaventurada seas de mi mano poderosa, porque te arriesgas a todos los contratiempos que te vinieren por mi amor! ¡Camina, amada mía, con mi santa bendición!, que en todo te ayudaré, y seré siempre firme y Amante tuyo. Con el cariño de estas palabras, no sólo sentía que me robaba el alma, sino que me parecía llevaba mi cuerpo para Sí. Y me salí de casa acompañada del divino Espíritu” (Notas Espirituales, Agosto 1729).
Recuerda la última estrofa de la Llama del "Cisne de Fontiveros", San Juan de la Cruz, cuando manifiesta a don José Ventura de Castro, a sus 29 años:
        “Jamás se aparta de mí este Santo Espíritu que con admirables dulzuras me hace compañía día y noche; continuamente se goza mi alma con el Señor en visión de su divinidad [...] cuando el Espíritu de Dios me visita con grande amor, que como se descubre tan delicioso, me roba toda el alma para Sí” (Ibíd., Noviembre 1729).
Tal como ella lo vive, y sabiendo que estas gracias tan señaladas e inmerecidas no se experimentan sin una actitud de anonadamiento y de gratitud, exhorta a sor Benita Liberata, una religiosa muy amiga suya,  a preparar esta morada al Dulce Huésped, con la humildad:
             “pues para que el Señor participe del fuego de la caridad en sus esposas, es menester [...] la humildad para que repose el Esposo su cabeza y descanse en ella. Pues éste es el nido de la paloma blanca del Espíritu Santo, que en él se recoge y se aposenta, y con su calor mantiene al alma y le fomenta grande amor” (Carta 28-X-1730).

            Con estas alentadoras confidencias que Madre María Antonia parece no querer guardarse para sí, le pedimos que nos acompañe en el camino de nuestra vida espiritual, y le agradecemos el ver que la viveza de su testimonio, nos ayuda a imprimir en el alma como un vestigio de mayor conocimiento y confianza en el divino                                            
Espíritu de Amor.