10 de Marzo : un hermoso aniversario

Detalle de la urna de Madre María Antonia
A todos los que en el día de hoy visitarán este pequeño rincón dedicado a nuestra Madre María Antonia queremos invitarles a unirse al gozo de la comunidad, pues festejamos la fecha de su “Díes Natalis”, es decir, el aniversario de su encuentro definitivo con su Señor, amado sobre todas las cosas. Es una buena ocasión para redoblar nuestra devoción e intercesión a la Sierva de Dios, pues para ella su fallecimiento –revelado de antemano por Dios-, ha debido ser de especial alegría y gratitud que coincidiera, unas vez más, en este mes tan emblemático dedicado a su  glorioso Patriarca San José. Día propicio, pues, para meditar acerca de lo que es la Comunión de los Santos, ese vínculo afectivo y espiritual que nos une a todos los moradores del cielo. La Sierva de Dios tiene un pensamiento precioso y acertado, al mismo tiempo que “novedoso” con respecto a este regalo que la Iglesia siempre ha vivido con intensidad. 

Dejemos que hoy nos describa ella misma cómo vivía su comunión con los bienaventurados, y el descubrimiento de que también ellos desean estar cerca de nosotros, e influir y seguirnos en nuestro peregrinar terreno. Dice a sus hijas:
“ [...] de alegría a sus santos [...] pues la tienen grande en ver que en la tierra haya almas que de veras amen al que ellos han amado con todas sus almas y corazones. Y como le ven y gozan ya cara a cara y sin velo, se gozan también en que les sigan las almas que aún viven en esta vida sólo por fe; para que luego que se acabe de romper la tela, vayan a gozar de lo que ellos ya poseen con seguridad de no perderle jamás. El Señor nos haga tan dichosas de que así suceda. Amén” ( Edificio Espiritual, f. 48).

                        
Sepulcro actual de la Madre María Antonia

Conocido el sentir de Madre María Antonia y su fina captación de lo que es poder estar en contacto  incluso con nuestros seres más queridos, o personas que tanto nos han ayudado y a las que añoramos quizás a veces hasta con sentimientos de “ausencia”, ¿no sentimos que también se despierta en nosotros esa seguridad expansiva de que podemos seguir contando con ellos y vivir bajo su mirada y protección? Una vez más, es Madre María Antonia la que nos  ilumina con  una perspectiva nueva.  Pidámosle a ella que con esta seguridad sigamos apoyándonos en los bienaventurados hasta el día en que podamos exclamar ante la proximidad de nuestra partida al Cielo: “¡Rompe la tela de este dulce encuentro!”  (San Juan de la Cruz, Llama de Amor Viva).

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