Crucifijo de la Inquisición de nuestro ante-coro bajo. Detalle. |
Entramos en el día de hoy, Domingo de Ramos, en nuestro Blog, casi como si la Navidad hubiera detenido estos meses nuestra contemplación amorosa, y después de presentarles la Invitación hecha con motivo de la celebración del V Centenario de Santa Teresa de Jesús en nuestra Iglesia conventual, ahora nos disponemos a entrar con respeto y mucha veneración a considerar lo que significaba y lo que suponía en la vida de Madre Mª Antonia la vivencia de la “Semana Grande” de la Pasión y resurrección del Señor-Jesús.
La
sacratísima Humanidad de Cristo, que para ella era –como para su santa Madre
Teresa de Jesús-, la línea maestra y el centro y sentido de toda su vida, la
arrastraba a co-participar de los Misterios cristológicos de la Semana Santa
con toda el alma, como verdadera esposa del Crucificado...
Cristo de marfil, regalo a las Fundadoras |
“Mucho mejor me hallaba con la consideración de nuestro Señor Jesucristo crucificado, que sacaba muchos actos de amor y compasión de sus penas y dolores y grandes deseos de imitarle en ellas, pues me había dicho: “¡sígueme!, y este seguir era por el camino de su cruz, como desde luego experimenté como he dicho”.
A esta hija tan amante de la cruz
y tan fiel, el Señor le concedió la gracia de una configuración especial
consigo, haciéndola experimentar los dolores de su pasión, cumpliendo así los
deseos ardientes que sentía su alma tan enamorada.
D. José de
Castro, que la asistió durante estos días, también refiere lo que sucedió en
esta primera vez que se le concedió esta gracia. María Antonia va
experimentando los dolores y sentimientos de la pasión al compás de las
celebraciones litúrgicas:
“Desde el miércoles de la Semana Santa del
dicho año de veinte y nueve por la noche, cuando se comenzaban las lamentaciones
en la iglesia del convento de San Francisco"...
Durante el sermón
de la pasión, don José llega a temer realmente por su vida:
“Confundíme -afirma- en mi interior y no sé
si lo pude totalmente disimular, y lo mismo pasaba por las compañeras. Retiréme
y volví después allí. Sin volver de su letargo la hallé con color muy mortal.
Toméle el pulso y era muy poco el que la sentía, aunque Dios me parece me
alentaba a confiar que era particular disposición suya; no obstante, algo temí
y le dije lo que en otra ocasión: “¡Cristiana, no se muera!”. En medio de estar
tan demudada, algo se sonrió, y meneó la cabeza con señal de que no se
moriría”.
Bellísimo lienzo en grandes dimensiones de la Dolorosa. |
“Llegamos -prosigue este testigo- cerca de las tres de la tarde en que se comenzó el sermón del descendimiento; y empezó también María Antonia con sus dolorosos gemidos, algunos también más recios. Pasada cosa de media hora, se estremeció, pero sin gestos ni visajes, y quedó suspendida en silencio.”
La Llaga del Costado.
Si grande fue el
amor y la devoción de María Antonia a la santísima Humanidad de Cristo, a su
pasión santísima, no podemos dejar de realzar su especialísimo amor a la Llaga
del Costado.
Cristo Misericordioso de la Inquisición. Tamaño natural. Detalle |
“Me daba un deseo de entrarme por la llaga de su santísimo Costado [...] parecía que traía un desasosiego en mi voluntad que no podía estar sin
ver mi alma dentro de su divino Costado, y el corazón mío padecía no sé que
ansias, las que no puedo explicar, por entrarse por aquella divina puerta”.
El Costado
abierto de Cristo lo contempla como la fuente de la salvación que brota hecha
torrente de agua viva con la preciosa sangre, la que lava los pecados:
“Bajó su Majestad y, con su mano, llegó mi
boca a su Costado y díjome: —Bebe, paloma mía, de este licor que para los
humildes tengo guardado y mira que ya no quiero tantos temores, que yo soy el
que vive en ti. Acaba de abrirme las puertas de tu corazón para lo que quiero
de ti, que ya tienes bastantes prendas de mi amor para [que] no dudares en
ello”.
Con estas breves, pero nutridas pinceladas, Madre Mª Antonia nos acompañará en estos días. La meditación de todos estos textos que dejamos consignados, son el alimento copioso y abundante con el que podremos nutrir nuestra vida espiritual, hasta el punto de que acabemos llegando a la Pascua “rebosando alegría”, como le pasaba a ella, “y la pegaba a todos los que la rodeaban y trataban”.
Entrañable Rostro de Jesús Yacente en los Brazos de su Madre. Altar de La Piedad de nuestra Iglesia. |
Una vez más, ¡gracias Madre Mª Antonia, porque eres grande, porque siempre nos ofreces tu mano para repetir contigo tus experiencias de Amor y de seguimiento con Jesús, el Amante Redentor de todas las almas!
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