Solemnidad y Romería del Carmen - 2015


                       “El barco del Carmelo reza y canta al hacerse a la mar de un nuevo día 
                           y en su mástil, por vela, se levanta ¡el santo Escapulario de María!”


Detalle de la Virgen procesional, cuyas diferentes tomas
irán acompañando nuestra crónica.
       Son estas letrillas el inicio del Himno litúrgico con que comenzamos el solemne rezo del amanecer del día del Carmen. Este año, con la misma sorprendente realidad de los anteriores, una verdadera avalancha de hijos e hijas de la Virgen ha venido a conmocionar por completo el recinto de nuestro Carmelo compostelano, convertido, sin exageración alguna, en uno de los más concurridos santuarios marianos de toda la Galicia del interior.

   Bien se nota que la intuición de Madre María Antonia, su fervorosísima y apasionada devoción hacia nuestra Madre Santísima del Carmen, ha arraigado desde aquella primera romería en el año 1748, en que ella la nombró titular de este convento –con no pocas dificultades en su contra-, asumiendo el sentir de todos los gallegos que encuentran en la advocación de nuestra Patrona su verdadero descanso espiritual.

      Nos gustaría compartir en esta ocasión con nuestros buenos amigos del Blog, lo que hemos vivido, “visto y oído”, honrando a nuestra Madre y viéndola ser honrada por personas extraordinarias, que la han acompañado, primero, madrugando los diez días de la Novena y de la Fiesta, y finalmente, asistiendo durante todo el día 16 a los diferentes actos, que culminaron con la Procesión del anda portadora de la imagen que celosamente guardamos en el monasterio el resto del año.
 
       En el marco singular del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa, el padre carmelita que nos ha guiado durante toda la “singladura eucarísitica” de estos días, ha llegado –no sin un gesto de la providencia- de otra ciudad mariana, muy querida de todos los santiagueses: Zaragoza, donde el Santo Apóstol tuvo el encuentro con la Virgen del Pilar. El Padre Pedro de MENA, con su gran amor a la Virgen, que le nace de su pertenencia total, reflejada en el hábito que viste como verdadero hijo y hermano, nos ha conseguido iluminar y acercar más a esta Reina Soberana; ha querido entrelazar en sus homilías un diálogo –como expresó el primer día- entre Teresa de Jesús y María, y lo ha conseguido, pues la raigambre mariana en la Fundadora de los Descalzos del Monte Carmelo, discurre por toda su vida y sus escritos.
 

Gente en camino con María: "nada temo, porque Tú vas conmigo".
Emocionante también ha sido la impetuosa riada de romeros y romeras de todos los contornos –¡y no sólo contornos cercanos: de Suecia, de Latinoamérica, de Francia, de mil lugares europeos y lejanos han estado aquí!-, que han querido sumarse a las Misas del día. Por no alargarnos, mencionamos lo más destacado de ellas. Agradecimiento a los dos sacerdotes diocesanos que se encargaban de las Misas de la mañana, llenitas de gente, quizás más que otros años, al igual que en el rosario de la tarde. Agradecimiento a la Misa mañanera de nuestro entrañable señor arzobispo, don Julián, que jamás falta a la cita, que logró tocar el corazón de los fieles, diciéndonos que nuestra “orfandad espiritual” ya ha sido vencida, porque tenemos un Padre, Dios, y una Madre, María... La Eucaristía de las 12 del mediodía, solemnemente concelebrada por varios sacerdotes unidos a nuestra comunidad, y cantada con entusiasmo y fervor “a tope” por el modesto coro de la comunidad, que despliega para este día sus más hermosos cantos polifónicos dedicados a la “Divina Reina”, como la llamaba la Madre Mª Antonia…


"Por Ti serán bendecidos todos los pueblos"
Cruz Procesional abriendo la marcha.














 Por fin, los cultos de la tarde, de una tarde abrasada de calor –¡en Galicia hay tantos contrastes climáticos…!-, con cientos de personas, de niños, de gente anciana, de chicas jovencitas que despertaban, sin duda, la mirada amorosa de María, colocada en un lateral de la Iglesia, con su arco de flores y su vestido de “Reina y Hermosura del Carmelo”, culminaban con la animada y festiva Procesión. Los encargados de prepararla todos los años bien se merecen aquí un cálido recuerdo. Había que verlos agachados, casi a ras del suelo, llevando a pulso el Anda en el momento de la salida de la Iglesia, que por tener el portón no muy elevado, obliga a bajar la imagen como decimos, casi al nivel del suelo. Yo creo que, cuando han conseguido sacarla fuera y elevarla de nuevo, para empezar la marcha procesional ya por las calles, a la gente le encantaría no tener que reprimir un solemne aplauso por la maestría y el amor con que estos portadores logran superar este “escollo”. ¡La Virgen Carmelita se lo sabrá recompensar, en el tiempo y en la eternidad!

Desde la balconada con tapices,
¡muchas flores a María!
              Acompañaban a Nuestra Señora, como decíamos, avalanchas de hijos e hijas, que tras la procesión, a pesar del calor y el cansancio, no se querían perder la mejor despedida de María hasta el año próximo: la celebración de una Eucaristía conclusiva, que también fue profundamente vivida y celebrada por el padre Pedro. ¡Qué emocionados todos! ¡Cuántos vítores y -ahora sí-, aplausos se llevó Nuestra Señora! Es una experiencia espiritual que nunca cansa; al contrario, yo creo que cada año la gente necesita más liberarse de los temores y “frenos tímidos”,  para expresar y mostrar esta fe tan grande que todos llevamos grabada a fuego, y que cuando la sacamos valiente y alegremente al exterior, nos damos cuenta de que hemos tocado la felicidad verdadera.
   
          Como todas las jornadas de cielo, esta fiesta también se ha acabado. Al finalizar la última Misa, los encargados, ya sin apenas gente, avanzan procesionalmente por el pasillo central de la Iglesita con la Señora, para introducirla de nuevo en la clausura. Aquí regresa con Su Corazón Inmaculado, cargado de súplicas, de dolores, de esperanzas y de amores que ha ido recogiendo por las calles…            Pero lo mejor de todo es pensar en esa confianza admirable que la gente conserva en su alma, de que Su Madre del Carmen guardará en su Relicario todo lo que le han dejado, y ahora es el momento de “seguir la ruta”, navegar por los mares de nuestra vidas, a veces rutas de navegación encrespadas, duras, pero bañadas siempre por el Consuelo de María, seguros de que no nos dejará solos en el momento del mayor peligro…

¡Gracias, María! 
¡Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia, Dios te Salve! Amén.

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