Pentecostés-2016
“¡Oh Lux beatíssima, Reple cordis íntima!” (Secuencia Pentecostés)
Fantástico Anochecer desde el Carmelo... |
Con la rapidez con la que el devenir de
nuestra existencia nos va proponiendo las distintas experiencias de la vida,
llegamos a esta nueva Fiesta del Espíritu, ese “Fuego de Amor capaz de consumir
una vida”, como preciosísimamente lo ha acertado a definir nuestra intuitiva
Madre María Antonia de Jesús.
Esta solemnidad
arrebatadora, nos produce siempre un entusiasmo y una vibración espiritual que,
sin duda alguna, debemos considerarla como una gracia inmerecida que nos esta
diciendo del mucho Amor que Dios siente por nosotros, pues si no nos amara tan entrañablemente,
no habríamos podido conocer el estrecho abrazo de misericordia que en algún
momento de nuestra vida hemos recibido y saboreado con profunda sorpresa y
deshacimiento de gratitud. ¿Quién de nosotros podría dejar de reconocer que esa "Suavidad y Consolación Óptima" no la hemos degustado en la ocasión en que
estábamos apunto de decaer de nuestra confianza, de renunciar a seguir
esperando lo que sentíamos como imposible o ilograble?...
¡El Espíritu del Señor se cierne sobre las Aguas! |
Las Aguas
Misericordiosas del Espíritu se han difundido extrañamente por todo nuestro
ser. No lo percibíamos, pero después de haber sido capaces de superar el dolor
tan grande, la angustia y la preocupación de algo secreto, muy nuestro, entonces
acabamos reconociendo que Él estaba ahí: su Amor abrazaba nuestro sufrir…Para honrar en este año al Espíritu, vamos a apoyarnos en la experiencia que
Madre María Antonia ha conocido de estas actuaciones misericordiosas y suaves
del que para ella era su “divino Compañero y Amante”. Ella quiere depositar en
nuestras almas sus vivencias para que las personalicemos y disfrutemos de lo
que gratis se le dio, y gratis quiere repartir. ¡Viene, así, a hacerse como la
“repartidora celestial” de los Dones del Paráclito…!
Breves premisas: Amor a la Trinidad Santa “Cuando ves
el amor, lo que realmente ves es la
Trinidad ” (San
Agustín).
María Antonia conoció el
Amor trinitario de Dios. A lo largo de su vida tuvo fuertes experiencias del
misterio trinitario. No podrá separar, en su amor, a las Tres divinas Personas,
pero tampoco las amará genéricamente. Aunque en relación con las Tres, a sus
tiempos se acentuará la relación amorosa personal con cada una. Así nos dice: “Contemplo en el Padre, en el Hijo, en el Espíritu
Santo, todo a un tiempo, con una misma voluntad, con un mismo afecto y con un
acto de amor” (Autobiografía, ff. 341-341v).
El Espíritu Santo no fue
para María Antonia "el gran desconocido"; todo lo contrario, se
descubrió a su alma y conoció su fuego y su suavidad, su fuerza, su iluminación,
su guía. Como canta san Juan de la
Cruz en las estrofas 26 y 27 del Cántico Espiritual, fue introducida “en la interior bodega” donde
el Amado da su pecho: “Empezó el Señor a soltar en mi alma el mar inmenso
de sus misericordias: desabrochó el pecho de su amor para conmigo [...] Todo
aquel vacío que antes sentía, lo llenó este divino Amante [...] Y el manjar con
que me alimentaba era con su mismo Espíritu, a mi entender” (Autobiografía,
f. 152).
Su alma se hace
eco de la liturgia de la fiesta de Pentecostés, que canta la suavidad del
Espíritu en sus antífonas:“porque su divina Majestad creo yo que quiere aquí
que conozca cuán suave es su divino Espíritu, no por discursos del
entendimiento, sino con experimental toque de su divino Espíritu” (Autobiografía,
f. 196).
Y con la
suavidad, experimenta la fortaleza: “Y ahora me
asiste el Espíritu Santo con mayor fortaleza, ancheándome el corazón más que
antes -que no podía resistir los influjos de su amor sin que me desmayasen- en
que no me quedaban fuerzas para otra cosa”.
"... calor y luz dan junto a su Querido" |
Tal como lo vive, exhorta a sor Benita Liberata a preparar esta morada al Dulce Huésped, con la humildad: “pues para que el Señor participe del fuego de la caridad en sus esposas, es menester [...] la humildad para que repose el Esposo su cabeza y descanse en ella. Pues éste es el nido de la paloma blanca del Espíritu Santo, que en él se recoge y se aposenta, y con su calor mantiene al alma y le fomenta grande amor” (Carta 28 de octubre de 1730).
El Espíritu Santo es para María Antonia luz para conocer la voluntad de Dios, guía hacia la unión divina. Le llamará confiadamente “el Alumbrador de nuestro entendimiento” (Cf. Edificio Espiritual, f. 280): “Obra este divino Espíritu en el alma con mucha suavidad y tranquilidad, haciendo su divina operación con especial quietud y conocimiento del alma [...] no sé por qué manera le da a entender su santísima voluntad, que parece conoce el alma el querer de su Esposo [...] y al mismo tiempo, imprime en el alma los efectos de la cosa que quiere se haga [...] El alma [...] está con mucha atención observando estas divinas inspiraciones para poner por obra lo que su divino Esposo quiere, sin la menor dilación” (Autobiografía, ff. 365-366).
María Antonia, en el fondo
tan humana -como nos podría pasar a cualquiera de nosotros-, no siempre es dócil
a sus divinas inspiraciones: descubre en sí escollos y reticencias... Entonces,
el Espíritu Santo se hace “Maestro de obediencia”: “Resistiendo al Espíritu [...] entendí que el mismo Señor me decía:
—Déjate venir, que sin tus discursos, en Mí mismo te enseñaré [...] Con esto y otras cosas, me enseñaba este
divino Esposo a ser obediente” ( Ibid., ff. 343v-344).
La “Gran Cincuentena
Pascual” parece finalizar este año. Pero todos los que admiramos la influencia
que el Espíritu ejercía en María Antonia, moviéndola a un Amor enorme hacia la Trinidad Santa , apagamos
nuestro Cirio litúrgico sin nostalgia, dejando que la Luz del Señor-Resucitado
permanezca encendida allá donde en nuestro corazón se hizo gracia y claridad, habiendo
gozado por propia experiencia de los versos sanjuanistas: “… al toque de
centella, / al adobado vino, ¡emisiones de bálsamo divino!” .
¡Dejemos que sea "La Señora" quien apague ritualmente "el Santo Fuego"! |
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