2 de Febrero de 2016

¡Final Feliz del Año dedicado a la Vida Consagrada!

Parte de la Comunidad entonando la Salve Sabatina
             Estamos todavía meditando en nuestro corazón, como María, todo cuanto se ha vivido en torno al Año que se ha dedicado a las personas de la Vida Consagrada. Junto a todas ellas, también las Carmelitas de Santiago, hijas de Madre Mª Antonia, deseamos traer hoy a la consideración de todos los que atentamente seguís con devoción su Blog, lo que significaba para ella su vida de consagración como esposa de Cristo. Resulta verdaderamente hermoso y elocuente descubrirla en su propio ambiente, escucharla en sus escritos y comprobar de qué manera ha sido madre y maestra en el Seguimiento de Jesús. Primero, discípula convocada por su llamamiento personal, cuando un Crucifijo al que le está suplicando fuerzas para no caer en una tentación peligrosa se le anima y le dice: “¡Sígueme!”; después, maestra ella -como veremos- de un grupo de jóvenes discípulas que se apiñan en torno a su atractiva persona, deseosas de aprender el seguimiento vocacional.

Desde la niñez, los Libros Sagrados
ejercían fascinación sobre Mª Antonia
           Madre Mª Antonia reconoce que su piedad se despertó desde la infancia, gracias al buen ejemplo y a la religiosidad de toda su familia: su abuelo, con un pañuelo, le explicaba el misterio de la Trinidad; su padre, con satisfacción por la facilidad demostrada por su hija en aprenderlo, se encargaba de enseñarle el catecismo. Su madre era una mujer profundamente buena y cristiana, ama de llaves del Abad de la Colegiata de Baiona, que influía determinadamente en la formación espiritual y en la visión cristiana de la vida de su hija. El resto de su parentela, gozaba de fama de gran cristiandad y virtud. Todo esto queda reflejado y ratificado por la misma Mª Antonia, que lo recoge en su Autobiografía.
           
                 Conocemos minuciosamente toda la trayectoria de su propia vocación, y hoy nuestro deseo es espigar solamente ocasiones en las que se nos revela como la gran “seguidora” e impulsora de otros “seguimientos”, arrebatada por la Belleza del Amor de su Dios…

                           -Canalizadora entusiasta de los vocacionados al "seguimiento"-
           Respecto a la educación cristiana de los hijos, Madre María Antonia era plenamente consciente de que los padres "son para los hijos los primeros predicadores y educadores de la fe”. Todos los testigos que la conocieron en sus años de seglar afirman cómo desempeñó esta misión de madre cristiana y transmisora:
              "Tuvo dos hijos el poco tiempo que vivió con su marido, llamados el hijo, Sebastián y la hija, Leonor, a los que desde niños comenzó a enseñar el camino del cielo. Y la niña aún no tenía dos años ni bien sabía hablar cuando ya se ponía de rodillas en oración levantadas las manos al cielo, y besaba la tierra y rezaba el rosario a María santísima con su madre, este testigo y las demás compañeras, con mucha quietud y sosiego, como si fuera de muchos años, así en su casa como en la iglesia".
Fortaleza de Montreal. En Baiona desarrolla un basto apostolado
que engloba toda condición familiar, social, parroquial...
Con respecto a la vocación religiosa que abrazaron sus dos hijos, Madre María Antonia expresa su gratitud a la Orden de Santo Domingo por «haberlos recibido en tan tierna edad, criarlos, y sufrir sus niñeces […] y a los bienhechores que facilitaron su realización e hicieron con dichos niños como lo podían hacer por los suyos propios». «El hijo en el convento de padres dominicos de Salamanca, de donde pasó a las Filipinas a convertir infieles». «La hija, siendo de edad tan tierna, que tendría poco más de ocho años tomó el hábito de religiosa en este convento, donde vive aún, con mucho ejemplo y edificación de la comunidad».


¡Mª Antonia: Sígueme!
  En un contexto histórico y social donde la mujer no actuaba como agente en la función evangelizadora de la Iglesia, ya la Sierva de Dios ejercerá toda una labor catequética con el grupo de jóvenes que se sintieron atraídas por su vida y su virtud. Le dice una vez Jesús:
      Yo quiero, amada mía, que me críes unas doncellas para mi servicio. Más hijas quiero que tengas a tu cargo que los dos hijos tuyos”[…]. “A esto me solía responder el Señor con decirme al entendimiento que Él era mi Maestro espiritual y que así me enseñaría Él cómo había de enseñar a las almas que quería, por entonces, las cuidase y admitiese en mi compañía”.
      El apostolado de la Sierva de Dios no era propiamente proselitismo. No era por naturaleza una persona prosélita. Su vivencia espiritual rezumaba al exterior de tal modo que ejercía un misterioso influjo atrayente, llegando hasta tal punto que el grupo de sus discípulas no lo llegó a formar ella propiamente, sino que fueron estas mismas las que se adhirieron a la Sierva de Dios de un modo espontáneo. Así lo refiere una de ellas:
        "Sintió en sí una inclinación especial de tratar con la dicha Madre espiritualmente, y comunicándola al dicho don José de Castro, le dijo éste que lo hiciese, que le serviría de mucho aprovechamiento, como así lo experimentó, pues con cada palabra que le decía la dicha Madre se encendía su corazón en amor de Dios y en deseos de dedicarse del todo a su santo servicio, por cuyo motivo prosiguió con dicho trato yendo a su casa por las tardes con otras doncellas de esta villa y su hermana de este testigo que se llama Antonia Fernández, y otra del mismo lugar de Baredo, y Dominga Fernández, su prima, por el mismo motivo de experimentar que se encendían sus corazones en amor de Dios y deseos de servirle con el trato de dicha Madre, como se decían unas a otras”.

        "Se le fueron juntando hasta trece doncellas de la misma villa, a fin de que las educase y dirigiese en ejercicios espirituales”. 


Altar del Carmen, en Santa Liberata,
donde Mª Antonia tomó el Hábito de
Carmelita seglar con otras doncellas.
"[…] y este testigo y su marido, don Carlos Pimienta, convenían con mucho gusto en ello y por la grande fe que el Señor les infundía de que por medio de dicha Madre se habían de ver remediadas sus hijas y conseguir el estado de religiosas, como lo consiguieron”. […] “Y también concurrían con dicha Madre a la colegiata, a San Francisco y a Santa Liberata, y después a la ermita de San Antonio a frecuentar los sacramentos y ejercicios devotos".
            Sin pretenderlo, Mª Antonia contagiaba a quienes la trataban moviéndolos no sólo a que amasen más al Señor, sino logrando incluso que Él fuese el centro y la primacía única en sus vidas:
           "Y asimismo sabe y tiene ya dicho, las muchas almas que por su medio se consagraron a Dios en el estado religioso, como fueron su marido, hijos, compañeras y otros”.
           Es éste –y no otro-, en realidad, el único móvil que la ha apremiado a responder a la misión de fundadora del Carmelo que Jesús le había inspirado, como aclara en su Vida:
      “Que había muchas doncellas en aquella tierra con deseos de entrarse religiosas en su religión; y por no haber convento ninguno de mi santa madre en toda la provincia de Galicia, se quedaban las pobres almas con sus deseos en los peligros del mundo dispuestas a mil trabajos. Que el Señor me había hecho tan compasiva que aunque era una pobre mujer, me parecía diera mil vidas y con muchos trabajos para ayudar en algo a los deseos de las que llevaba conmigo, como de otras muchas que quedaban en Galicia bebiendo los aires de la esperanza de verse consagradas al Rey de los cielos en el estado tan perfecto de carmelitas descalzas”Autobiografía T. I, P. I, ff. 517r-v).

     Y así, años más tarde, estando la Sierva de Dios en el Carmelo de Alcalá de Henares, hizo todo lo que estuvo en su mano para que estas sus compañeras lograran este fin:
  
       "Sabía que después de haber entrado y profesado en el sobredicho convento solicitó el estado de religiosas para sí y sus dos compañeras, intercediendo con el sobredicho don Miguel concurriese a los gastos de su entrada y profesión, como lo ejecutó con mucha caridad y largueza, entrando a este testigo en este convento de carmelitas descalzas de Salamanca, y a la hermana Francisca Antonia en el de nuestras religiosas de Toro y a la hermana María Antonia de la Encarnación, en nuestro convento de Segovia; en [el] que, no pudiendo profesar, la llevó a su casa dicho don Miguel y la entró después en el convento de dominicas recoletas de Loeches, dándoles las dotes y concurriendo con los gastos”.

Atisbando la belleza del Monasterio desde un rincón de la huerta...
          Finalmente, permitimos de nuevo a la Madre que nos manifieste lo que piensa de una verdadera llamada:

          “Yo las digo, hijas mías, que tendréis razón, que os concedo que sea vuestra vocación y llamamiento de vuestro divino Esposo, porque su Majestad siempre nos está llamando a lo mejor. Aunque, como dicen: suelen ser muchos los llamados y pocos los escogidos. Y esto mismo me sirve para el intento de lo que voy hablando, que es, que llamo yo escogidas del Señor, a las que trae a la Religión con verdadera vocación, porque si ella es de Dios, será también verdadera y será, asimismo, correspondida de la esposa que ha sido llamada con verdadera vocación de su divino Esposo. Y luego que la trae a su casa, que es la santa Religión, ha de mirar y atender a las condiciones a que se obliga, una vez que ya se ha entregado por esposa de Cristo, nuestro Sumo Bien”. (Edificio Espiritual – 1ª Parte).



Adoración desde el Coro Alto a Jesús-Eucaristía, Expuesto en el Altar.


¡Te seguiré, oh Señor: ningún Bien tengo fuera de Ti!



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