“¡Su Majestad nos dé verdadera humildad,
que es la que lo disimula y suple todo!”
La humildad de un caño de agua fresca... |
La virtud de la humildad era la actitud
habitual que caracterizaba a María Antonia. Santa Teresa había definido esta
virtud diciendo tan certeramente: “La humildad es andar en verdad, delante de
la misma Verdad”. También la
Sierva de Dios pudo hacer suya esta constatación. Toda su
vida, podemos decir, anduvo en humildad porque anduvo en verdad. Es lo que
vivió plenamente hasta el heroísmo, fiel a la importancia que para ella tenía
esta postura espiritual.
La humildad de una piedra sobre otra piedra... |
A partir de esta idea tan plástica, sobre la que en su obra magna se apoya para describir ampliamente los pasos sucesivos para la construcción definitiva del itinerario hacia la comunión con Dios, ahora podemos deshilvanar todos los aspectos de la humildad que era como “el atuendo” de que ella se vestía.
Tanto sus escritos como las afirmaciones
de las muchas personas que la conocieron o convivieron con ella nos llevan a
descubrir que la humildad fue tan connatural en Madre María Antonia, que era
como el “climax” de su vida espiritual. En un momento de reflexión, de fuerte
aprecio por esta virtud, exclama: “¡Su Majestad nos dé verdadera humildad,
queridas hermanas mías, que es la que lo disimula y suple todo!” (Ibíd.).
La humildad de un lavabo de manos... |
Y corrobora el mismo confesor, hablando
de la humildad y pobreza que tenía Madre María Antonia: "La pidió por
esposa un sujeto de muchas conveniencias [...] pareciéndole más conforme a Dios
el pobre que el rico" (Ibíd.). Sigue profundizando P. José en la humildad,
cimiento de la misión de la
Sierva de Dios: "El llamamiento del Señor y sus promesas
de fundación hecha en estas palabras: –“En el corazón humilde y obediente
reposa mi cabeza. Tú serás fundadora de un convento”-, responde a un acto de
obediencia y humildad que Madre María Antonia había hecho en aquel momento a su
confesor” (Ibíd.).
Dado el corto espacio de que disponemos
en este Blog para un estudio más extenso, optaremos por recoger sin más las
apreciaciones de muchos testigos que declararon en el primer Proceso.
Familiarizados como estamos de los hitos principales de su vida, podremos
captar la valía de su humildad enraizada en lo más profundo de su alma:
“Madre María Antonia, para ejercitarse en
la humildad concibió vestirse de hábito de tercera de San Francisco y
desnudarse de los vestidos del siglo, por ser hábito más humilde cuya virtud
anhelaba su corazón” (Informaciones). “De esto resultó una gran persecución con
palabras afrentosas, ultrajes y baldones y todo lo llevó con gran humildad” (Ibíd.).
La humildad de un Crucificado... |
“Se
ejercitó mucho en la humildad con el obispo de Santiago en la declaración que
le hizo de las acusaciones de María Rivera [la discípula que la traicionó]”. Y
lo corrobora añadiendo: “Resplandeció de una manera singular con María Rivera
dándole la obediencia y besándole los pies" (Informaciones I).
La hermana María Teresa de San Rafael, de
su comunidad de Santiago, atestigua “que resplandeció con singularidad en la
virtud de la humildad por lo que experimentó en su reverencia, pues cuando
acababa el oficio de priora se quedaba como una novicia y con la misma humildad
y rendimiento se portaba como si no lo hubiese sido, y tenía tan poca
satisfacción de sí que en todo pedía consejo y aun a las modernas” (Informaciones).
— La
caridad no es jactanciosa, no se engríe. Madre María Antonia vivió siempre
todo con un amor humilde, sin atribuirse
nada a sí, al contrario, sorprendida de que Dios utilizase medio tan pobre como
ella era. Siendo priora, llama la atención a las monjas su modo de gobierno: “Cuando era
prelada, no las mandaba con imperio, sino como quien rogaba con amor y
humildad”.
Sale de su convento de Alcalá hacia la
fundación de Santiago, sin jactancia ni engreimiento, sino con suma humildad: “Despidiéndose
de la comunidad con mucha humildad y pidiéndole perdón del mal ejemplo que les
había dado, y reconociéndose indigna de estar en su compañía” (Informaciones
III).
La humildad de un trabajo sencillo... |
Edifica a todas las madres fundadoras
porque “con ser la fundadora principal y que trabajó tanto por esta fundación,
no hacía ostentación de ello ni se metía en nada cuando era súbdita si no le
pedían consejo” (Hna. Mª Josefa de Jesús).
“Aunque trabajó tanto por esta fundación
y los dos dichos bienhechores dieron la dicha limosna por su respeto, no se
gloriaba de ello, antes, si alguna vez le decían algo sobre este punto,
respondía, que todo lo había hecho Dios y que su reverencia no había hecho
nada” (Informaciones).
A uno de los confesores del Carmelo de
Santiago le confesará que “estaba en la mayor confusión porque su Majestad
había tomado por instrumento para aquella fundación a una persona tan vil y
pecadora como ella, aunque así resplandecía más la omnipotencia de Dios” (P. Francisco de Santa Teresa).
La humildad de una santa sepultura... |
Nota: Todas las ilustraciones de este estudio han sido tomadas en nuestro monasterio, gloria y ornamento de sus desvelos de fundadora.
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