Celebración del traspaso de nuestra venerable madre

¡Entra en el Gozo de Tu Señor!

         En nuestro Blog dedicado a nuestra amada Madre María Antonia no podemos dejar de hacernos presentes en fecha tan emblemática e importante como la que hoy nos disponemos a celebrar: ¡un nuevo aniversario de su espectacular muerte, sucedida en el 10 de marzo del año de 1760!, cuando, sin haber cumplido aún los sesenta de su edad, se confirmó la predicción que ella había hecho de que su fallecimiento coincidiría en este momento concreto. Vamos a intentar seguir un poquito la historia de sus últimos días pasados aquí en la tierra, y nada mejor para hacerlo que echar mano de los testimonios directos de las personas que tuvieron la suerte y la gracia de poder acompañarla y tratar con ella en esos últimos días. Las declaraciones son textos elocuentes por sí solos, y nos bastará recorrerlos con amorosa atención para ver cómo se preparó ella para el Abrazo Eterno con su Dios.

Segunda sepultura, a ras de tierra, en nuestro claustro
después de haber estado momentáneamente enterrada
en el antecoro bajo, por no estar todavía el claustro terminado

       En carta a su director y confidente espiritual, fray José de Jesús María, pocos días antes de su muerte, Madre María Antonia le decía con su mirada y su corazón puestos en Jesús crucificado:
        «Padezco mucha sed con este mal; que Dios me la reciba y sea por la que tuvo mi Señor en la cruz por nuestro amor.  Harto me voy a la mano en no beber. Aunque el médico pensó que ya estaba confirmada la hidropesía, yo no lo creeré ni lo creo, porque me parece que no me desman en beber tanto. Bien que conozco que, después de otros muchos males que padezco, que ahora sacan todos los antiguos la cabeza para que padezca un poco por mi Dios, tengo muchos principios de hidropesía».

Tercer y definitivo lugar  donde actualmente
se veneran sus restos. Al otro lado de la pared
 -que linda con la Iglesia-, se encuentra la lápida
en mármol que pueden venerar los fieles.
       La madre  Mª Teresa de San José, priora entonces, refiere así los últimos días y feliz muerte de la Sierva de Dios:
   «Habiendo estado antecedentemente enferma de peligro, se puso al parecer de todos, buena; y andaba tan festiva y afable cual nunca la había visto, pidiéndole a este testigo, como a prelada que era, licencia para ir a estar con las religiosas en sus celdas u oficinas, a las que trataba con mucho amor y extraordinario agrado; aunque después le sobrevino una indisposición que la precisó a guardar cama durante dos días, que fuera sábado y domingo después de la fiesta de santo Tomás(en cuyo día comulgó la última vez con la comunidad) y el lunes siguiente por la mañana, día diez de marzo, se halló con tan buena disposición que pidió licencia a este testigo y al médico que había entrado para levantarse; y habiéndolo hecho, ofreciéndosele a este testigo el venir al locutorio a estar con su confesor[…] le pidió la Madre licencia para venir en su compañía, y habiendo entrado las dos en el locutorio y saludado la Madre a dicho nuestro padre fray Francisco con el agrado que solía, a pocas palabras que se hablaron le dio una congoja, por la que se asió a la reja diciendo que se moría y este testigo la recostó en su regazo, donde estuvo todo el tiempo que se pasó mientras el dicho padre y su compañero entraron a darle los sacramentos de la penitencia y la extremaunción  que recibió[…] y expiró en el mismo regazo de la deponente, y quedando al tiempo que le dio la congoja tan sonrosada que dijo  después su confesor había hecho juicio era éxtasis como el que le había dado quince días o tres semanas antes, poco más o menos, cuando recibió el viático».
Lápida en la Iglesia dedicada por la familia García-Pan
en el año del traslado definitivo de sus restos
a la Urna del claustro interior, en 1871.
   
 La joven hermana Ángela María, que había venido en el grupo de las fundadoras en calidad de novicia, añade:
   «Estando pocos días antes que muriese hablando con la dicha Madre en su celda, mientras la hora de recreación de la noche, le preguntó si sabía cuando se había de morir.  A que le respondió: Mire, hija, yo no se cuando, pero estando en aquellos grandes trabajos y enfermedades que tuve, antes de salir de Bayona, pareciéndome imposible el vivir, dije a nuestro Señor: Señor, ¿cómo puede hacerse esto que me mandáis, si se me acaba la vida? Y entendí de nuestro Señor: Hija, trabaja, que hasta los sesenta años vivirás y la verás hecha. Estoy en ellos, no sé lo que hará Dios de mí».
     Y concluye esta testigo:
   «Murió cuando menos lo pensaban… Fue universal la conmoción del pueblo, pidiendo con muchas instancias los pobres cosas de su uso, y que les tocasen los rosarios al cadáver, acudiendo a visitarla con mucha devoción».

SU TESTAMENTO

    La Madre María Antonia de Jesús había escrito, por mandato de su confesor, para las “hijas venideras” un tratado acerca de la oración y virtudes, que tituló “Edificio Espiritual”. Lo concluye con unos párrafos que pueden considerarse su testamento:

     «Hijas mías de mi alma y corazón… me pagaréis lo mucho que me ha costado esta vuestra casa, con que hagáis lo que os suplico, en nombre de Dios y de la santa, que es el que no se caiga un punto de la perfección con que empezó nuestra seráfica madre esta su descalcez. Que veréis cómo os lo paga en la otra vida vuestro celestial Esposo. Ése fue, hijas mías, el que me hizo olvidar a mis propios hijos, siendo tan tiernos todavía, y el estado que tuve en el siglo, por vosotras; que el mismo Señor os me puso en mi mente, antes que naciérades; y así sois hijas de la providencia divina y también de muchos trabajos...
Y así mirad, hijas, que debéis mucho a vuestro divino Esposo, por cuyos respetos y su altísima providencia, sin más medios que los buenos deseos que me dio, así salí de mi pobre casa por esos mundos, hasta que su Majestad fue servido de cumplir este destino a que me movió, a mi parecer».
Imagen en escorzo, que abarca el ángulo lateral
del altar de la Santa Madre Teresa y la lápida
de Madre Mª Antonia de Jesús:  ¡madre e hija,
bendiciendo este santo relicario del Carmelo!


       Por parte de todos nosotros, brota una renovada admiración, devoción y cariño filial hacia esta carmelita, que nos ha enseñado con el ejemplo de su vida y con la sencillez de una muerte bien cumplida, que todos podemos imitarla y que el momento que a todos nos aguarda debe ser motivo de grandísimo gozo, conclusión de nuestro amor y confianza en un Dios que es Fiel, como ella aseguraba siempre.
     Encomendemos a la Madre todas nuestras preocupaciones e inquietudes, pequeñas o grandes, que para ella todo es importante, deseosa como está de favorecernos y ayudarnos con sumo interés. Les agradecemos esta unión de todos ustedes a las celebraciones que en este día tendremos en el convento, para festejar y honrar, un año más, la fiesta de su traspaso a la Casa Paterna.
        ¡No dejen de rezar por los trabajos de la Causa en Roma! Que todos colaboren prontamente para secundar el afectuoso interés con que la Sagrada Congregación va siguiendo los trámites pertinentes.

      Y, una vez más, con el corazón cargado de esperanza, reiteramos la petición de sus fervientes oraciones para que se nos conceda el milagro de la curación de una madre de familia que está dando un testimonio de fe y de amor a la Madre María Antonia insuperable. Sería el milagro necesario para culminar la trayectoria apasionante de su Beatificación... Desde aquí, permanecemos unidas a ella y a todos sus seres queridos...


¡SEA ALABADO  EL SEÑOR POR TODO!

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