Solemnidad de Santa María Virgen, Madre de Dios

      Celebramos hoy con gozo en la Iglesia Universal, en el inicio del año cristiano de 2020, nada menos que la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, es decir, la Maternidad de Nuestra Señora. En el corazón de esta Navidad, vuelve a hacérsenos necesario dedicar nuestro culto y adoración a esta realidad virginal de María: su Maternidad divina la inserta definitivamente en la historia del hombre, en cada una de nuestras pequeñas historias humanas, para algunos, de aparente irrelevancia, pero quien se acerca a la Cueva de Belén y ve a esta Familia Santa, tan pobre y tan sencilla, se da cuenta enseguida de que para Ellos Tres todos somos de gran importancia: ¡¡¡el Hijo del Eterno Padre ha tomado nuestra Carne para no abandonarnos ya hasta la consumación de los tiempos!!!
                    
      Nos parece por tanto una buena ocasión para destacar en muy breves pinceladas la devoción que nuestra Venerable María Antonia experimentaba hacia la Maternidad de nuestra Santísima Madre, muy concretamente en el Misterio de Belén y Nazaret. Aprovechamos para ilustrar nuestro estudio con los diversos “rincones navideños” con los que  hemos adornado con cariño nuestro monasterio durante estas fiestas.

                                                                          
       Madre María Antonia de Jesús refleja en toda su vida una acción profunda y maternal de la Santísima Virgen María. Los rasgos característicos de su vida reflejan el trato íntimo que Madre María Antonia tuvo siempre con la Virgen. Desde muy niña, educada muy piadosamente por sus padres y tía, brilló por su candor e inocencia en el ambiente recogido de su hogar. Dedicada desde los cinco años de su edad a la confección de encajes de hilo muy fino, pasaba las horas del día retirada y entregada a su trabajo, como también a una sencilla y profunda meditación. Profesaba filial devoción a san José al que llamaba su padrino y protector. 

    Su vivencia mariana la llevaba muy dentro, no la especifica, la vive en imitación de su Señora. Pasa su adolescencia y juventud en Bayona, junto a su colegiata de santa María, en casa del abad, en compañía de su madre, dedicada de lleno a la oración, al trabajo asiduo de encajes e hilando para las ropas de esta iglesia, y a una caridad cordialísima con los demás, a imitación de la sencilla vida de María en Nazaret. Por ello cuando tras mucha oración para conocer el querer de Dios abraza el matrimonio desea que su hogar sea una imitación del de la Virgen. Que el marido sea virtuoso y pobre. 

      En su Autobiografía nos dice de sí misma: La oración que yo tenía en este tiempo era pensar en la vida que tenía la Virgen santísima con su esposo y padre mío, san José el considerar la prontitud de mi divina Reina en servir a su amado esposo, me daba aliento para servir al mío en todo lo que fuese lícito, aunque fuese a costa de mi salud.


        Nos cuenta una visión de su Madre del cielo que le llegó al alma:
      “Una noche en sueños se me representó un mar muy dilatado y en él un barquito pequeño, sin vela, ni remos. Yo dentro de él y sola en medio de aquellas aguas. Me acordé de mi divina Reina. Al punto me apareció esta divina Señora. Volvió el barquito a verse en mayor borrasca, que ya no faltaba nada para sumergirse. Llamé por mi Madre santísima para que me socorriese. Al punto se puso esta Señora encima de este mar y serenó todas las aguas. Se retiró segunda vez. y empiezan las olas a levantarse que llegaban hasta el cielo, y el pobre barquito se veía sumergir sin remedio. A esto volvió esta Madre de misericordias y me dijo: Aquí estoy, hija. Con esto se puso el mar quieto y manso. Al punto despierto. Estos tres ahogos en que me he visto, mi Madre santísima me socorrió en todos”.  (Autobiografía, ff. 189v-190).

     En el año de 1733, cuando ambos esposos han firmado una Carta de Separación Matrimonial -tras los pertinentes trámites necesarios-, se les abren las puertas de la orden de la Virgen. Madre María Antonia entra en el monasterio de Santa María de Corpus Christi de Alcalá. El 12 de diciembre de 1741 es nombrada priora de aquel monasterio, y como hija fiel imitando a santa Teresa, coloca en las manos de la Virgen las llaves del mismo. Con su ayuda levanta espiritual y económicamente el nivel de la comunidad a mayor altura, y con la Virgen en íntima vivencia amorosa logra la fundación y asentamiento del Carmelo en Compostela. 














Desde su venida a Santiago Madre María Antonia, ¡cuánto ha hecho trabajar a sus monjas en la confección de escapularios del Carmen (era el regalo preferido a sus bienhechores) y a los escultores compostelanos por el mayor incremento de esta devoción!    
  

Les deseamos a todos muy de corazón 
un venturoso y santo año de 2020, lleno de esperanza:
¡que cada uno podamos experimentar en nuestras vidas 
la Presencia alentadora del "Consuelo de Israel"!



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