Jueves Santo: La Celebración "In Cena Domini"...

 La Preparación del lugar donde va a ser reservado, con tanto amor y veneración, el Cuerpo sagrado del Señor-Jesús, ya está luciendo sus discretas flores en la Iglesia del Carmelo de Madre María Antonia.

Está situado, como habitualmente nos gusta colocarlo, en el lateral izquierdo de la nave, justo ocupando el altar de nuestra madre santa Teresa. Haciendo esquina en esa nave, se encuentra la lápida con los Restos de nuestra Venerable, lo cual nos ayuda a recordar y a experimentar el gran Amor que ella experimentaba hacia el Santísimo Sacramento. En sus viajes por Portugal y Castilla, se paraban a recibir la Bendición del Santísimo en la primera iglesia que encontraban en el pueblo o ciudad a donde llegaban...  Si estaba Expuesto en el Altar, ella decía cariñosamente -y con gran fuerza teológica, si se considera bien su expresión., que el Santísimo "estaba Patente"...


Esperamos que el Amor con que las Hermanas desean imitar a los amigos de Jesús, cuando le abrían su casa para permitirle descansar, sea para el Señor bálsamo perfumado: "Lo tenía preparado para mi sepultura"...

Pero, en realidad, la Reserva del Santísimo en esta tarde, es más bien motivo de adoración intensa, de gratitud profunda y de recogimiento con Su misma Presencia, porque, ciertamente hay que reconocer que....¡le sentimos "Patente!... una palabra que lo dice todo...
En cuanto a la costumbre que desde el primer año de la erección del Monasterio la Madre María Antonia quiso conservar, -al estilo de lo que nuestra madre santa Teresa vibraba con estos Misterios de Cristo en su Pasión-, tratamos de rememorar durante la comida de ese día en el refectorio ese clima de intimidad, esa sobremesa en la que Jesús va acentuando su tono de estremecimiento y cariño extremo hacia sus amigos y discípulos amados. En ese día, la Madre priora de la comunidad es la encargada del servicio en las mesas. 

Es nuestro alegre cenáculo,  no faltan los detalles y las delicadezas que han derrochado las hermanas, emuladas, sin duda por el ejemplo de los discípulos a quienes Jesús ordenó preparar la Sala para celebrar con todos ellos su "Última Cena".

Conservamos -con alegría y con gran consideración- un precioso delantal blanco,  todo de encaje de hilo a mano que nuestra Madre María Antonia -de excepcional maestría en este arte textil- confeccionó con soberana veneración para que se lo ciñese la madre priora solo en este día. 

También tenemos la costumbre de que la hermana sacristana, al finalizar el servicio de la comida, ayuda a lavarse las manos en una jofaina muy delicada de plata, con unas toallas igualmente de hilo con incrustes. Todo esto quiere reflejar nuestra máxima comunión con ese momento en el que Cristo celebra en la intimidad de su Cena la entrega de su Cuerpo y de su Sangre, derramada por nuestra Salud....

                     

Finalmente, en esta noche del Jueves Santo, tratamos de reproducir en nuestras mentes y en nuestra oración larga y vigilante, cada uno de los sucesos que se van sucediendo según nos lo transmiten los Evangelistas... Quizás, entre tantas otras muchas escenas que nos afectan e impresionan profundamente, no puede faltar el sentirnos representados en la persona de Pedro, precisamente el discípulo que con más vitalidad seguía a Jesús, con su temperamento noble y determinado, dispuesto de corazón a defender a su Maestro sin dudar en jugarse la vida... Todo esto era verdad; pero su fragilidad -conmocionada por los impactos terribles del arresto de Jesús, y el peligro que corrían sus seguidores-, le costó la mayor frustración de su vida... . 

Agradecemos de nuevo la gentileza de los HH Contemplativos Carmelitas de Girardota, Colombia, que nos permiten contemplar esta imagen tan expresiva de ese Pedro, que con su arrepentimiento existencial, nos motiva a adelantar la frase del Pregón Pascual: "¡Qué incomparable ternura y caridad: para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo". "¡Feliz la culpa, que mereció tal Redentor!"

"Y saliendo afuera, lloró amargamente"...


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