¿Es posible amar?
En los evangelios Jesús siempre invita a la humanidad a amar, a salir de su propio ego; a amar a los demás como queremos ser amados. Una y otra vez el mensaje se replica en los textos del Nuevo Testamento, lo dice san Juan, San Pedro, Santiago, San Pablo. Amar, dar la vida, como lo hizo Jesús. Más que una pregunta es un imperativo, al mismo nivel del vivir, del existir, del ser. Está en la esencia divina de la Trinidad.
Aunque el hombre de la técnica avance en todos los sentidos de las ciencias, el imperativo de amar nunca se puede obviar, la pregunta surge día tras día en medio de lo cotidiano, de la alegría pero también del sufrimiento.
La máxima expresión del conocer no son las herramientas, ni el funcionamiento del mundo, su más alta cumbre es el conocer como somos amados, es el conocer como nos ama Dios, de tal forma que el amar es la mayor expresión del vivir, del ser, del existir.
El profeta Elías, hombre que anduvo muchos caminos en la fe buscando el rostro del Señor de los ejércitos, encontró en el más leve susurro el ser amado por Dios y ello le valió para vivir en el fuego amoroso de Dios; así mismo, el Carmelo siguiendo las huellas místicas del profeta, se adentra cada día en la profundidad de Dios hasta atravesar una Noche Oscura como lo muestra san Juan de la Cruz, o a ser andariegos de la perfección evangélica como nos lo enseña Santa Teresa de Jesús.
La senda del amor, del bien, del conocer a Dios, del conocer como somos amados por Dios, ha sido recorrida por los místicos del Carmelo. Cada carmelita lo ha hecho por un caminito que Dios enseña. La madre María Antonia de Jesús, Carmelita, andariega, Gallega. Aprendió a conocer como era amada por Dios. Ella, ciertamente, siguiendo la tradición del Carmelo, del camino, de la peregrinación, de andar en Noche Oscura, nos ayuda a responder la pregunta. Si es posible amar, si es posible vivir el imperativo del amor como Jesús lo enseño, como lo atestiguaron los apóstoles, los mártires y el Carmelo.
Esto nos lo enseña en su obra escrita, el buscar amar a Dios y a los otros. Nos lo muestra como mujer, como esposa, como madre, como religiosa, como fundadora; así, se constituye en andariega y contadora de las misericordias de Dios. Nos da testimonio de amor; de que es posible conocer como somos amados por la Trinidad; de que es posible llegar a la brisa suave de Dios.
Jesús ante las preguntas fundamentales de la vida, ante la pregunta por amar sin medida, nos invita a recordar sus palabras en los evangelios, nos muestra al Carmelo como camino de amor y nos enseña con la madre María Antonia que la posibilidad siempre está abierta, que no hay obstáculos si en verdad se desea amar a Dios.
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