¡Dominica in Albis: Domingo de la Misericordia!

La esclavina que lleva el Papa fue bordada
por las Carmelitas Descalzas de Santiago de Compostela
Nos citamos en esta Octava de Pascua para celebrar juntos, desde este rincón de nuestro Blog, a tantas sugestivas fiestas importantes que en este domingo se unen, para que nuestra querida M. Mª Antonia nos dé una nueva palabra que sepa recopilar el gozo y la alegría de todas ellas. ¿Quién podría ignorar la enorme fiesta de Roma, con la Canonización de los dos grandes Papas, Juan XIII y Juan Pablo II?... ¿Y quién puede ignorar el grandioso marco de este primer domingo “in albis”, donde tantos neófitos de las primeras comunidades del cristianismo deponían las blancas vestiduras recibidas el Domingo de Pascua, en el que, tras un largo y esmerado neocatecumenado, recibieron las aguas lustrales del bautismo?... 


Madre María Antonia ha sido también una enamorada de este Misterio salvífico. Junto a una particular sensibilidad o sentimiento de pecado que ella tiene de sí misma, aparece en otro momento de su vida su inmenso aprecio hacia el sacramento más decisivo de nuestra entrada en la familia de Dios. Es un texto un poco extenso, pero creo que su relato nos invita a saborear más plenamente el sacramento del bautismo que en este domingo refulge como el Don supremo de la Pascua:

Lugar del bautismo- Río Jordán
            “En una noche, en sueños […], fui llevada a la falda de un monte, no demasiado alto; en esta falda había un río, no muy ancho. Éste, por la parte que me fue enseñado, estaba cubierto de zarzas {…}. Salí de este río más blanca que la nieve. Que me pareció ser este río el Jordán, de cuya agua fue bautizado Cristo, mi Bien, por mis pecados {…]. Como he dicho parecía que mi alma se había purificado en esta agua, que por sólo favor de mi divino Esposo quiso que viera mi alma cómo o del modo que quedan todas las de los niños que reciben el agua del sacramento del santo bautismo. 

Ésta fue merced del Señor que quiso hacer a mi alma; pero si no estuviera bautizada con el sacramento de nuestra santa madre Iglesia, pienso que con sola esta visión no me pudiera hacer cristiana, sin las ceremonias del sacramento por el sacerdote.
Aguas rompientes en Bayona
Pensaba yo que, si me metieran en el río Jordán, en aquella misma agua con que se bautizó el Señor, me lavaría de toda culpa venial y que quedaría sin mancha mi alma. Bien lo pudo hacer este Señor con su gracia, que por entonces parecía que estaba mi alma como las de los niños que se bautizan. No quiera este Señor que, de advertencia, haya manchado el blancor que entonces he visto en mi alma. Que por mucho cuidado que traiga en no hacer culpas con voluntad, digo veniales, ¿quién estará en esta miserable vida sin muchas imperfecciones?” 





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