"Et secundum multitudinem miserationum tuarum..." (Psm 50)
Nos encontramos en el centro de este precioso tiempo litúrgico de gracia que es
Queremos proponer a la meditación de todos para este tiempo de Cuaresma una pieza excelente tanto en su forma literaria como en la belleza de su contenido espiritual, escrita por María Antonia precisamente el día en que litúrgicamente ella había celebrado
Este
suceso explica un tanto el estado de
ánimo que ella refleja en esta ocasión, pues no le son ajenas las consecuencias
que su camino de revelaciones y profecía conlleva para todos los que la ayudan,
quieren y acompañan. Así pues, gracias a esta particular sensibilidad o
sentimiento de “pecado” que ella tiene de sí misma, asistimos a una bellísima
petición solemne de perdón.
[Nota Espiritual 14 Septiembre 1729]
En el tiempo pasado, díjome mi
sumo Bien que se había de vestir de mi piel para que yo sintiese su amor y
penas, y que manifestase al mundo que
estoy llena de Cristo crucificado. Y los judíos que me atormentan son los
pecados míos y los que veo en su pueblo, particularmente en esta patria adonde
me hallo. Y lo peor es en la parte eclesiástica, que éstos eran los que debían
dar ejemplo a los demás y a mí, que no
sé sino pecar. Hay algunos que, por la luz que se me ha dado, que están llenos
de mil horrores, y un vicio los lleva a muchos; mas éstos, con avisarlos,
caerán en la cuenta; pero a mí no me creerán, aunque tuviera licencia de mi
prelado para avisarlos; pero tengo entendido que Dios les hará manifiesto mi
aviso con darle castigo -en cuanto al cuerpo- para que abra el alma los ojos y
que se aparte de aquel letargo en que están de residencia.
Yo no tengo otro recurso sino mi
crucificado Dueño y crucificarme con Él, pues que el pueblo no abre los ojos ni
se duele de Él ni de quien padece por el mismo pueblo. ¡Crucifíqueme, crucifíqueme hasta
que me muera!, pero también digo con mi
sano juicio que se han de levantar espantados al fin, como se levantaron las
gentes cuando mi Amado resucitó, y después me creerán por indigna sierva de
Dios. Mas aunque sea después de muerta, he de pedir a Dios por su Iglesia: que
voy muy herida del mundo por ver su decaimiento.
No se espanten porque en tan
alto punto quiero volar, siendo yo una pobre mujer y llena de innumerables pecados:
han de saber que estoy en el profundo de ellos; y no hablo de mi parte sino ¡pequé, pequé! ni siquiera esto
sé decir.
Al cielo pido perdón de mis
horrores, y a mi prelado señor obispo de Tuy, que Dios guarde para bien de su
Iglesia. Pido perdón a mis confesores, pues fui causa que uno perdiese su
dignidad y honra entre los demás agresores de la Iglesia , abandonándolo
como miembro sin provecho; mas espero en Dios que lo juntará al Árbol de la Vida por los delitos que le
oponen a su sagrado estado. Perdónenme todos los que conmigo trataron y
hablaron. Perdóneme mi marido todos cuantos pesares le di: queda por escrito,
si acaso no lo veo antes que me muera. Perdónenme mis hijos, si los crié mal.
Perdóneme mi cuerpo, si no lo castigué
bien. Perdóneme mi alma por ser rebelde a sus deseos de amar a quien le dio el
ser. Perdóname Tú, dulce Jesús mío, porque no te amé desde mi niñez. Perdóneme
mi Madre, que mal venero su santo hábito.
Et
Verbum caro factum est.
¡A‑Dios, siervos suyos!, que bien
me hacen menester vuestras oraciones, que os digo con verdad que tengo un
verdugo que continuamente me está arrancando la lengua con inmenso dolor. ¡Los méritos de mi Redentor nos
salven a todos! Amén.
¡Jesús, María y José!
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