¿Y qué sucede cuando dos almas grandes se encuentran?… (2)

        Tal y como habíamos previsto en la parte primera de esta breve presentación del Padre José de Jesús-María, alias “El Místico”, nos complace abordar ahora un segundo aspecto, de carácter autobiográfico. Vamos a hacer uso de su propia narración, para que nos responda a la pregunta que inevitablemente surge en nuestra curiosidad: ¿cómo llegaron a conocerse estas dos almas grandes?...

       Padre José nos ha dejado un inapreciable documento, sin duda inspirado por el Espíritu Santo, que consiste en una Carta dirigida a toda la comunidad de Carmelitas de Santiago al poco de fallecer su Fundadora. En esta Carta, el padre desvela todo el secreto de la grandeza de la Madre María Antonia, y da a conocer a la comunidad la existencia de sus escritos inéditos, que se desconocía por completo, pues el mandato de su confesor de escribirlos había permanecido oculto a las hermanas por deseo del mismo.

        Podríamos imaginarnos que en lugar de dirigirse a aquellas carmelitas de entonces, nos estuviese hablando a nosotros mismos. De hecho, evidentemente, consideraba que la figura y la santidad de la Venerable Madre María Antonia tendría una repercusión en la historia y en el futuro de la Iglesia, de ahí su enorme esfuerzo por consignar y recopilar al máximo posible todo lo concerniente a ella. Pero esto lo veremos en un último capítulo. Hoy nos centramos tan sólo en el relato de este encuentro mutuo. ¡Escuchemos, con deleite espiritual, su exposición!:
Desierto de San José de las Batuecas,
convento de los Padres Carmelitas Descalzos
   “Estando yo el año de 1754 lector de Sagrada Escritura en nuestro Colegio de San Elías de Salamanca, encomendando a Dios, nuestro Señor, como lo suelo y debemos hacer cuando se celebra nuestro capítulo general, diese luz a nuestros reverendos padres capitulares para el acierto en las elecciones y determinaciones ordenadas al bien común de nuestra sagrada religión. Bien descuidado del destino que me esperaba, y con grandes ansias de que me dejaran desocupado de lo que me pudiera impedir el cumplimiento de mis deseos, y a un voto que tengo hecho de retirarme, cuando la santa obediencia me lo permita, a nuestro santo desierto de San José del monte de las Batuecas […], el martes de pascua del Espíritu Santo, recibí una carta de nuestro reverendo padre provincial, recién electo, fray Andrés de Santa Teresa, con la patente de confesor de nuestras madres carmelitas descalzas de esta ciudad de Santiago de Galicia, en que me decía lo que insertaré aquí, por parecerme conviene así en las circunstancias  presentes para mucha gloria de Dios, a quien se la doy, con harta confusión de verme indigno de tantas honras como le debo a su reverencia. Dice pues:

  ‘Mi padre lector y muy de mi estimación: Hallándose vacantes las plazas de confesores de nuestras religiosas de la ciudad de Santiago, e informado del padre provincial que acaba de gobernar la provincia, necesita aquella comunidad por nueva y aún no bien cimentada, directores doctos, prudentes, virtuosos y singularmente celosos de las leyes que nuestra madre santa Teresa dejó en herencia a sus hijas, de consejo de los padres más graves de la provincia, puse los ojos en la persona de vuestra reverencia, seguro de que su notoria virtud, celo, prudencia, sabiduría, me desempeñara en un asunto de tanta consideración. No dudo que para el deseo que vuestra reverencia tiene de retiro sea amarga la obediencia; pero es menester sujetar nuestro gusto al de Dios, a quien hicimos sacrificio de nuestra voluntad. El que en ella me dará a mí no lo sé ponderar, pues aliviará en gran parte el grave peso de mi insoportable cruz. A nuestra madre santa Teresa hará un servicio tan de su agrado, que dudo que en el tiempo presente mire otro con mejores ojos. Espero de su mucha religiosidad que no resistirá en mi voz a la del Señor, etc’.

Aspecto de "la nueva fábrica", antes de que
se edificase en su entorno la actual urbanización
(Foto de Archivo)
       En virtud de esta carta y patente de nuestro reverendo padre provincial y asenso firme de que esto era lo que quería de mí Dios, nuestro Señor, dispuse luego venirme de Salamanca a esta ciudad de Santiago, con el ánimo serio de dedicarme con todas las fuerzas de mi alma, a promover los aumentos del edificio espiritual y material de esta santa fundación, en que se cifra a mi corto entender, la obligación principal de los que residimos en esta hospedería, hasta concluirse la nueva fábrica.

      Y comenzando a ejercer el principal ministerio de confesor, en compañía de mi padre fray Joaquín de Jesús-María, que acababa de ser prior del sobredicho nuestro santo desierto de las Batuecas, víspera de nuestro patrón, Santiago, entre las religiosas que se confesaron conmigo y me comunicaron su interior –que fueron casi todas las que ahora hay-, entabló conmigo su dirección espiritual la Madre María Antonia de Jesús, después de haberme tanteado a su modo, y propuesto con disimulo prudente, algunas dudas acerca de lo que le pasaba en su alma.
"Víspera de nuestro Patrón, Santiago":
detalle hermosísimo de su imagen pétrea
en el Pórtico de la Gloria, recién restaurada
     De esta Madre no tenía yo antes más que una confusa noticia, como ni tampoco de los principios y pasos que dio a fin de conseguir esta fundación. Antes bien, confieso de mí, que la miraba con aversión y ceño a esta planta nueva, por las que tenía de que comenzaba con muchos caudales y conveniencias, y con esto no se conformaba mi espíritu, ni me parecían muy a propósito para una primera fundación de carmelitas descalzas en nuevo reino y Reino de Galicia. Antes me parecía que caminaba por distante rumbo a las que fundó por sí misma nuestra gloriosa madre santa Teresa. Pero luego, sea Dios bendito, salí del engaño tan manifiesto con lo que veo por mis ojos y oigo con mis oídos.

      Confesóse primero conmigo generalmente la Madre María Antonia; y habien­do hecho esta diligencia, me dio noticia individual de las divinas misericordias que Dios había derramado sobre su alma –cuanto pudo acordarse–, acerca de la pretensión de esta santa obra. Me comunicó las luces y soberanas mercedes que el Señor le hizo: los caminos que anduvo; las diligencias que practicó por sí y por otros; los trabajos y contradicciones que padeció hasta verla en el estado en que está; en cuya mutua comunicación espiritual gastamos algunos días, con mucho júbilo de mi alma y renovación de la suya, con tan dulces memorias”.

Fachada del monasterio, con su Virgen del Carmen, todavía sin restaurar
y sin la nueva corona que en la actualidad porta, donación de sus múltiples devotos.
       Hasta aquí el fragmento de la Carta a la Comunidad dirigido por el Padre José de Jesús-María. Y esto podría darnos ya como una respuesta nítida a la pregunta inicial que nos hacíamos: cuando dos almas grandes se encuentran, las obras de Dios florecen, se vive la belleza de un Amor en Esperanza, y se esboza, en el tornaluz de la tarde, una puerta siempre abierta en ademán de eternidad…


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