¡En la casa de Teresa, esta ciencia se profesa!



        Seáis todos muy bienvenidos, queridos amigos y devotos de la Madre María Antonia, que os acercáis a esta pequeña crónica festiva en la que queremos invitaros a compartir las alegrías de una celebración en honor a nuestra Gran Santa Madre, Teresa de Jesús. La efusividad y el fervor han caracterizado el desarrollo de todo el día, como no podía ser menos en un palomarcico de tan gran Reformadora del Carmelo, fundadora de 15 Casas “adonde se alaba al Santísimo Sacramento”, esparcidas por la amplias tierras de Castilla y Andalucía. Es verdad que en aquellos tiempos de difíciles y tortuosas comunicaciones geográficas no le fue posible llegar a tierras gallegas, pero Dios tenía destinada esta misión para una de sus más preclaras hijas y discípulas, la Madre María Antonia de Jesús, que comprendió que Galicia no podía carecer de este tesoro, este lugar “adonde las doncellas tenían que emigrar a tierras castellanas para el logro de su vocación de Carmelitas”.

       Madre María Antonia de Jesús encontró desde su primer despertar espiritual, es decir, siendo aún muy niña, en una santa que ella apenas conocía sólo de nombre –Santa Teresa- un referente y una admiración que la acompañaron de por vida. Nos dice ella:

        “Me dio el Señor grandes deseos de saber si sería de esta orden santa Teresa, que entonces la llamaba así a secas, porque con las demás devociones que yo tenía de rezar a santos, tenía a nuestra santa madre desde muy niña, que le rezaba cada día, no más de por haber oído que era muy santa; y como se llamaba santa Teresa de Jesús, le tomé devoción; pero nunca había oído si era esta santa religiosa, o lo había sido, por mejor decir. Yo pensaba que era sólo santa de la Iglesia, pero no llegue a discurrir si había sido monja de ninguna orden, por lo remota que estaba, como he dicho, de noticias; y en aquella tierra no suena devoción a tal santa, que como no llegó allá no hacen muchas gentes seglares mención de tal santa; sólo sí que los sacerdotes podían conocer de que orden era, por lo que rezan el día de la santa; que como aquel lugar es corto y pobre un poco, discurro que nadie tendría los libros de nuestra santa madre”.

Talla Santa Madre venerada en el coro de la comunidad
       Nos parece casi evidente que la alusión que hace María Antonia a “lo que oía, y lo que rezan los sacerdotes el día de la santa”, es lo que ella escuchaba en la parroquia de Santa Cruz de Lamas, que por ser una parroquia donde tanto se celebraba a Nuestra señora del Carmen, no dejaría de haber predicadores que hablasen de la fundadora carmelita, Santa Teresa de Jesús.

      Así pues, vamos ahora a repasar y a revivir con vosotros los momentos de especial repercusión espiritual que nos ha embargado, como ha sido la celebración eucarística de las 8:00 de la tarde, presidida por nuestro tan querido Don Julián, Arzobispo de la Diócesis, y concelebrada por trece sacerdotes que no han querido faltar a su anual cita con la doctora de la Iglesia. Las invitaciones que fueron enviadas a tantos amigos y conocidos de la comunidad fueron acogidas con el cariño y la satisfacción acostumbradas, pero muchos de los invitados hubieron de contentarse con ofrecer el sacrificio de no poder asistir, por tener que impartir en esas horas clases en los diferentes ámbitos de la docencia eclesiástica (se trataba de un día entre semana). A todos hemos recordado con especial simpatía, y se percibía que su unión espiritual era eficaz, dado el recogimiento y la unción que reinó en todo el transcurso de la celebración.

   La Iglesia se había adornado con toda delicadeza e ilusión. Por supuesto que el altar lateral, donde se venera la imagen de nuestra Santa Madre, del gran imaginero gallego, Ferreiro, estaba finamente resaltada por los bonitos bouquets de flores, expresión del cariño de todas nosotras y de todos los participantes.

      La asistencia de fieles era nutrida. ¡Qué verdad es que hoy se siente una necesidad especial de alimentos sólidos para el alma, en medio de esta sociedad tan licuada y gaseosa que pretende anestesiar, sobre todo a nuestros jóvenes, y quitarles su capacidad de hondura y profundización! Menos mal que la acción de Dios y su gracia permanecen fuertemente activas, como se demuestra en estos actos litúrgicos, en los que la gente goza y disfruta compartiendo y testimoniando una fe recia y valiente.

  
        Cabía destacar al numeroso grupo de seminaristas, que puntualmente, junto a su Padre Rector, don Carlos, y sus venerables formadores, aportaban la frescura de su juventud, llamando la atención por su atenta escucha y su porte recogido. Estaban también presentes muchas personas siempre tan cercanas a la comunidad, de todas las edades, fieles en su amor y amistad hacia nosotras las carmelitas y hacia nuestras celebraciones en honor a los santos del Carmelo.

       La homilía pronuncia por don Julián se esperaba con expectación. Sabemos que nunca tienen desperdicio, y esperábamos atentos una palabra suya, siempre iluminadora y llena de esperanza para nuestra vida contemplativa. Nos habló de Santa Teresa como la gran Reformadora, y nos hizo ver cómo también en los tiempos actuales podríamos hablar de la necesidad de reformar algo. Pero nos puso el ejemplo de la Santa: si alguien quiere reformar algo, debe primero constatar el sentido cristiano que le anima, y la armonía espiritual que debe producir esa reforma. Nos habló de que la verdadera Sabiduría del creyente está por encima y es muy diferente a la cultura, por eso “es más preciosa que el oro, no se equipara a la perla más preciosa”. Hizo resaltar la idea de que, efectivamente, la fe es el medio que nos conduce a una vida de santidad, pero no lo es menos –según el sentir de la santa avulense- la obediencia a la voluntad de Dios: “Llegar a estar tan conforme nuestra voluntad con la Suya”, que no entendamos que hay cosa que sea su voluntad que no la abracemos de todo corazón con la nuestra. En fin, unas hermosas meditaciones que nos han dejado a todos expansionados y deseosos de seguir los ejemplos de esta santa Carmelita.

    Las diferentes partes cantadas de la Misa las habíamos ensayado el pequeñito coro de la Comunidad con esmero y entusiasmo, y la verdad, según nos decían después, ayudaban a vivir la celebración con esa paz y gozo que transmite la música, y como todas las letras eran tomadas de los escritos de la Santa Madre, se saboreaba mejor su presencia mística entre nosotros.

Terminada la Eucaristía, cada uno de los concelebrantes recibió el relicario para venerar la reliquia que tenemos de la Santa, un trocito de carne cercana al corazón, y mientras cantábamos el Himno que se estrenó en 2015 para el Centenario de su Nacimiento, el resto de la  Asamblea hizo lo mismo, venerar la reliquia con mucha serenidad y respeto.

      Inmediatamente, el señor arzobispo pasó al locutorio, deseoso de departir un rato con la comunidad. Iban entrando también los fieles, entre ellos los seminaristas, que disfrutaban tomando los “pinchos” y las viandas que habíamos preparado para todos ellos. La conversación con don Julián siempre nos deja un poso de paz, de esperanza y de comunión con los intereses y las necesidades de la Diócesis. 
       Estamos muy agradecidas a Dios por contar con este Pastor, un hombre totalmente entregado, infatigable en su servicio pastoral, y siempre cercano cuando se le necesita, para consolar y esperanzar a los decaídos. De hecho, en esta ocasión nos ha hablado de que debemos ser transmisores de compasión con los que sufren o están tristes. 
       Don Julián se despidió y comenzaron a pasar ante la reja los nuevos seminaristas de este año, que querían ser presentados para que rezásemos por ellos en el inicio de su vocación. Los que ya llevan de dos años para arriba son “viejos conocidos”, y nos gusta tomarles a todos el pulso, para animarlos y para dar gracias con ellos a Dios por el gran contento con que viven sus “pasos hacia adelante”, deseosos e inquietos por alcanzar la soñada meta de la ordenación. Hemos felicitado a Don Carlos y al equipo formativo por su excelente trabajo y buen ambiente de unión y alegría que se respira entre ellos.

      De esta manera finalizaba nuestra cita con la Gran santa Teresa, como la llamaba Mª Antonia siempre. Pero todavía faltaba una última satisfacción que nos permitiera alargar en Acciòn de Gracias todo lo vivido el día 15. ¿A qué nos estamos refiriendo? Pues es el caso que como nuestro querido Obispo Auxiliar, don Jesús Fernández quería acompañarnos igualmente para honrar a la Santa Madre, nos ofreció presidir la Eucaristía del día siguiente, como prolongación de la fiesta recién vivida. ¡Todo un regocijo para nosotras! Y efectivamente, el día 16, aquí estaba a las 8:15 de la mañana –sin que la copiosa lluvia compostelana lo arredrara para nada- iniciando la Misa conventual. Fue muy bonita, muy entrañable. 
     Naturalmente, se celebró la Misa Votiva de la Santa, y también se solemnizó con cantos escogidos  y con el servicio del altar de primera clase. Su homilía resultó bella, cercana, en consonancia con el Evangelio del día. Nos aconsejó que no fuésemos, como les decía Jesús a los fariseos, sepulcros sin señal, es decir, personas que no orientamos, que no señalamos el peligro para que otros no tropiecen, fue original y provechosa. Después de desayunar en nuestro locutorio, estuvimos largo rato en una visita preciosa. Don Jesús tiene mucha experiencia acerca del campo sacerdotal, que es al que estuvo dedicado en sus largos años de sacerdote en la Diócesis anterior de León. Aquí está haciendo una labor excelente con ellos, sobre todo con los más ancianos y los más jóvenes. Le hemos agradecido mucho el querer hacerse presente en esta fiesta de nuestra Santa Madre.

     Y con ello concluimos nuestra crónica. De especial satisfacción nos resultaba el pasado día 15 ver que la Santa Madre e su Hija tan eximia, María Antonia, están representadas en el mismo ángulo izquierdo de la Iglesia. De hecho, desde que se ha proclamado la Venerabilidad de nuestra santa gallega, allí, en su sepultura permanece encendida una lamparita vigilante, y un centro de flores. Todo ello nos invita a pedirles a las dos en este día, que queremos seguir celebrando durante toda su octava, que nos infundan su temple enamorado para que por nosotras no quede el poder entrar en las moradas más interiores, ¡en el centro del Castillo, en la recámara del Rey!



“Vuestra soy, para Vos nací: 
¿qué mandáis hacer de mí?”



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