¡16 de Julio del año de gracia de 2014: Un año de jovial andadura de nuestro Blog!

    Alegría enorme es para nosotras, en esta fiesta del Carmen, y a un año de distancia, haber descubierto los pequeños frutos de este humilde rincón compostelano: no sólo un interés creciente en numerosísimas visitas y contactos de tantos diferentes países demandando reliquias, estampas y sencillos materiales de devoción, para dar a conocer en sus entornos, sino también la huella más discreta e íntima que M. Mª Antonia ha ido trabajando en muchas almas que la han conocido y que se han colocado con intensa veneración bajo su intercesión y bajo su enseñanza doctrinal, tan puramente carmelitana.

        Es lo que de verdad queremos celebrar y cantar hoy con toda la gratitud de nuestro corazón. En un año de andadura, muy modesta -y sin pretensiones técnicas ni tampoco con posibilidades de dedicar el mayor tiempo que se merecería este trabajo-, sabemos que la misma M. Mª Antonia, ha sido y seguirá siendo la verdadera “movedora” de su propia difusión en la red. Ella, que tanto tuvo que escribir durante su vida de carmelita, siempre con su pizca de “santa repugnancia”, sólo “para obedecer al que estaba para ella en lugar de Dios” –sus confesores-, ahora nos tiene que echar una mano, como de hecho lo hemos podido apreciar con sorpresa y asombro, hasta el día de hoy. ¡Gracias, Espíritu Santo, por lo mucho que nos has ayudado! 

Quise […] que se pusiera nuestra santísima Madre por titular de esta su casa, con la advocación del Carmen” (Auto. T. II, f. 341). 
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Estatua pétrea, alojada en la fachada. Muy bien policromada y estofada,
 de la autoría del escultor neoclásico, Ferreiro,
 yerno del gran maestro gallego del siglo XVIII, José Gambino.
    Acabamos de celebrar con desbor- dante fervor y parti- cipación multitudinaria una vez más la fiesta del Carmen en nuestra iglesia conventual del Carmelo santiagués. Ahora nos gustaría aprovechar la devoción del Carmelo universal hacia su Reina y Patrona, para dar a conocer lo que sentía explícitamente la Sierva de Dios hacia la Virgen, nuestra Madre Santísima del Carmen, como la denominaba ella sin cansarse de enfatizar este título tan reverencial cargado de respeto y de filial cercanía.

                                             Sucedió que…

       El emigrante gallego, don Mateo Vázquez de Fachada, residente en Lima, había dejado un legado de cien mil pesos para la «fundación de un convento de monjas teresas o capuchinas». Al mismo tiempo, don Valentín Sánchez de Boado, albacea de don Mateo Vázquez de Fachada, escribió al procurador de los carmelitas descalzos, fray Paulino de San José, informándole «que paraban en su poder cien mil pesos de un legado que dejó un pariente suyo para una fundación de carmelitas descalzas en Santiago”. Don Valentín llegó a Cádiz, el 9 de junio de 1750.

     La Sierva de Dios, al conocer este testamento de quien deseaba fundar un Carmelo femenino en Compostela, se alegró muchísimo, pero tuvo uno de esos presentimientos del corazón de que don Valentín, el albacea, -“el indiano”, como lo llamaban entre ellas-, iba a terminar dándoles muchos disgustos, como después se vio con más claridad. De hecho, el legado de su pariente –que no había puesto en su testamento ninguna de las innúmeras condiciones que ahora ponía su albacea a las pobres carmelitas-, nunca se hizo realidad, y los sufrimientos que acarreó a la comunidad y a la Madre que lo trataba, fueron de importancia.

    Lo que más hondamente afectó a la Sierva de Dios fue la voluntad del indiano de que el titular de la fundación fuese san Judas Tadeo, en lugar de su Divina Reina, la Santísima Virgen del Carmen, pues en la consagración mariana a la Virgen veía algo característico para la vida de Comunidad.

   “…que quería el indiano que quitásemos a nuestra santísima Madre y Señora de que no fuera la titular de esta su casa. ¡Cosa fuera intolerable, para mí y para todas, el quitárnosla, la cosa que más debemos querer y amar después de su Santísimo Hijo!” 
El escultor gallego, Juan Antonio Fabeiro, conocedor de la estética de Ferreiro, es quien sabe coronar el imponente Retablo del Altar Mayor con esta Virgen del Carmen, magníficamente enmarcada en el nicho que lo preside, y sabiamente policromada, sin estridencias, verdaderamente, de una belleza inigualable.
  “¿Y qué fuera de mí si tal Madre me faltara? Que por reconocerme tan deudora a los grandes favores que me hizo esta gran Reina, quise […] que se pusiera nuestra santísima Madre por titular de estas sus hijas y fundación primera de ellas en este reino. Que como la sirvan y amen haciendo en todo la voluntad de su amado Hijo y Esposo suyo, no dejará nuestra divina Madre de socorrerlas en todas sus necesidades espirituales y temporales. Porque había hartos años que yo recibí de la Purísima Virgen una gran merced en que me dio harta luz, de que era gusto de su santísimo Hijo de que se pusiera a su santísima Madre por titular de esta su casa, con la advocación del Carmen; que así se me apareció la gran Señora algunas veces, debajo de cuyo manto las había de amparar y meter para defenderlas de sus enemigos, a las que su Majestad trajese con verdadera vocación a esta su casa; la que entonces iba el Señor, como nuestra gran Reina, fraguando en mi entendimiento, dándome luz de cómo la quería y, asimismo, de su forma y modo, cuando yo estaba muy remota de conocer cómo era esta su santa religión que indignamente profeso”.
Fabeiro. Nobleza y serenidad neoclásica. María aparece doblando su pierna izquierda
 que sirve de pedestal al Niño, de pie, mostrando la cruz y en actitud de bendecir.
“Como las cosas de Dios quedan tan estampadas en el alma que las recibe, por eso era imposible para mí creer que el dicho indiano tuviese tal fuerza ‑con todos sus cien mil pesos‑ que nos quitara a nuestra santísima Madre ser la titular; y no constando por escrito o testamento del que los dejó, el que fuese éste o aquel santo el que se había de poner por titular, menos fuerza tenía dicho don Valentín para obligarnos a lo que él solo por devoción pretendía” (Autobiografía, T. II, f. 341r-v; 342r).
     Para terminar este sucinto recorrido acerca del amor extremo de M. Mª Antonia, por su Madre del Carmelo, añadimos el testimonio de una de las co-fundadoras, que la acompañó a la Fundación siendo aun novicia, hermana Ángela María de San José, que declara:
«Tenía tal devoción en nuestra Madre Santísima del Carmen, que le rebosaba a la cara y la pegaba a las demás; y tuvo gran sentimiento cuando el indiano don Valentín propuso que no había de ser la titular de esta fundación sino san Judas Tadeo» (Informaciones II, f. 278v).

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