"No se me quitaba nunca una secreta luz..."

 


En el atardecer del pasado sábado, día 12, de este mes de febrero, al salir del locutorio un joven matrimonio, parientes de una de las Hermanas, al mirar hacia el convento, se encontraron con este espectáculo maravilloso... Una luz de intenso colorido rodeaba como un halo de paz y de belleza nuestro monasterio, Arrebatados por esta impresión preciosa, nos quisieron regalar estas mismas vivencias a través de estas fotografías. 

Habitualmente, este color en concreto, irradiado por un sol que en Galicia siempre nos sorprende, no se ve a menudo. Por ello, este paisaje nos lleva a recordar esa "otra secreta luz", guardada en el corazón de María Antonia, como una "centellica" que presagiaba que la promesa de esta Fundación, este bello y elegante "Edificio espiritual", sería un sueño convertido en realidad. 

Al calor de estas fotografías, se nos viene de inmediato al pensamiento un hermoso pasaje de la Madre, cuando escribe en la Segunda Relación de su Autobiografía: 

       "En todos los cinco años que digo tenía de hábito, cuando acabé de escribir dichos papeles, en los que escribí las luces que el Señor me dio para la pretensión de esta santa fundación, como consta de ellos, los trabajos que padecí en su prosecución siendo seglar, quiso Nuestro Señor mitigar un tanto mis deseos de dicha fundación para que después de religiosa, cuidase sólo de imponerme en las cosas de mi nuevo estado y tratar sólo del aprovechamiento de mi alma; pero con todo el descuido que yo tenía de la fundación que había pretendido, no se me quitaba nunca una secreta luz de que se había de hacer, la que tenía en lo interior de mi alma. Pero era de modo que no me daba pena, ni me estorbaba aquella centellica, que podía tener mi oración con sosiego de potencias y quietud, como el Señor era servido de darme entonces.

      Acudía a todos mis ejercicios religiosos con mucha alegría y paz interior, sin otros pensamientos forasteros del estado presente. Y después de haber cumplido con la obediencia del padre que me mandó escribir dicho discurso de mi vida hasta entonces, y estando un día en la celda donde yo vivía, sentí que el Señor me quería disponer para nuevos asuntos, aunque eran ya viejos, pues fue renovarme y encender en mí los deseos de que se hiciera esta santa fundación con tal viveza, que empecé a padecer un nuevo martirio de deseos de la gloria de Dios y bien de las almas que se habían de salvar por medio de esta su santa obra".

Casas colindantes al monasterio (12-02-22)


Comentarios