¡Dichosa eres, María, elevada al cielo!: ¡Se alegran los ángeles!
Apenas transcurrido un mes desde la hermosa celebración de
la Fiesta de Nuestra Señora del Carmen, el calendario litúrgico nos alegra con
una nueva Fiesta mariana, la gloriosa Asunción de María a los cielos; Fiesta
que torna a despertar en nosotros el recuerdo de lo vivido hace ya un mes: la
subida a los cielos -así lo esperamos y creemos piadosamente- de nuestra
inolvidable Hermana Mónica de la Cruz.
Un mes -(10 de Julio de 2020)- nos separa de esta ausencia
sentida y añorada, pero gracias a Dios, antes de su partida, como decíamos
anteriormente, su experiencia tan intensa de alegría y de espera ansiosa del
“Gran Encuentro con el Amado, Cristo”, la impulsaba a despertar de nuevo a su
pluma perezosa, en aras de una necesidad de cantar en ritmada poesía su gozo y
su gratitud, envuelta en una sincera humildad.
Este estado de su alma resulta un tanto inusual, puesto que
nadie ignora que, para llegar a ese Abrazo Unitivo, es ineludible el trance de
la muerte… Pero Hna. Mónica contaba con ello, y siempre apoyada en esa
confianza -regalo gratuito de Dios- que se alimentaba de una fe recia y madura,
sus ojos del alma ya vislumbraban “la gloria que va a manifestarse” (san
Pablo), y “la recompensa que supera todo conocimiento”, “el peso de gloria que
les espera a los que Le aman” (Ibíd.).
Junto al primer soneto que hemos transcrito -intitulado de
igual manera, y quizás por el mismo motivo-, Hna. Mónica escribía otro similar,
esta vez en su ansia de mostrar todo el agradecimiento con el que miraba la
travesía transcurrida de su vida. Predomina un grito rotundo: ¡Gracias, Señor!,
que en el contexto en el que es pronunciado -una dolorosa enfermedad terminal-
resuena como un detonador dirigido a su Ser más Querido, que pretende informar
a toda la humanidad de esa su inmensa gratitud y amor a todo lo vivenciado… Que
estos sentimientos nos ayuden a sobrellevar las dificultades, dudas e
incertidumbres de nuestra vida con su misma confianza: ¡con una fe que se fía -a
pesar de todo-, de nuestro gran Dios…! Dejamos aquí el soneto, a las plantas de
María en su Asunción, para que los ángeles se lo presenten como regalo de
Hermana Mónica, que ya estará gozando de su Belleza inmaculada.
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