10 de marzo..., ¡de nuevo el "Dies Natalis!


Primera sepultura donde fue enterrada
en nuestro claustro

 Efectivamente, nos encontramos de nuevo con la emblemática fecha de nuestra Madre María Antonia en su partida hacia la Patria, es decir, en el aniversario de su “Dies Natalis”, día feliz en el que ha podido culminar el esplendor de su existencia con el abrazo eterno del Amado que la sedujo desde el amanecer de su razón: “en el seno materno, ya me apoyaba en Ti”.
       Madre María Antonia fallecía suavemente en la mañana de un 10 de marzo, día en que se da comienzo a la solemne Novena de nuestro Padre San José, el Venerable Patriarca a quien le cupo el honor y la gloria de sostener a la Sagrada Familia en los primeros años de su establecimiento en nuestra tierra.
   Y como para los santos no hay coincidencias, sino “providencias”, vamos a tratar de exponer brevísimamente el amor entrañable y ponderado que la Sierva de Dios sentía hacia este gran Protector de la Iglesia, San José, que se diría que –expresamente- quiso despertar él mismo en ella una devoción y un vínculo de confianza y de amparo profundamente especial, constante, fiel y destacado.           
Pintura al óleo, obra de una hermana de la Comunidad
        Basta con echar un vistazo a la cronología que envuelve toda la existencia de la Madre María Antonia, para llamarnos la atención una fecha-clave que se repite en los momentos más determinantes y en los acontecimientos más relevantes de su azarosa vida: el 19 de marzo. 

      Hoy no nos detendremos –ya lo han hecho exhaustivamente algunos importantes estudiosos (recordamos la Ponencia del Padre Simeón de la Sagrada Familia, O.C.D. recogida en la Revista de Estudios Josefinos, Valladolid-, a examinar minuciosamente esta cronología, sino que expondremos tan sólo algunos datos puntuales:

- El 19 de marzo de 1722 contrae matrimonio con Juan Antonio Valverde.
- El 19 de marzo de 1730, su marido consiente en hacer con ella el Acta de separación para entrarse ambos religiosos.
- El 19 de marzo de 1734 profesan ambos esposos en la Orden del Carmelo.

     De esta exposición, se desprende el sumo interés y la suma devoción que experimentaba María Antonia hacia aquel que ella consideraba “su Padre y su Padrino”, San José. En los escritos Autobiográficos, la Madre nos dice en muchas ocasiones el porqué de esta devoción; de hecho, la única condición que había puesto para aceptar su casamiento con Juan Antonio fue el que la boda se  realizase el día de su Fiesta, cosa que a su madre y demás familiares contrarió bastante, por coincidir en tiempo de cuaresma, ¡lo que suponía que los festejos de tal boda quedaban reducidos a una austeridad algo insólita…!

Imagen policromada, regalo durante el viaje
de las Fundadoras del Carmelo, en su paso por Castilla
       Hay un texto particularmente bello en la mencionada Autobiografía que nos parece será muy del agrado de todos los que hoy festejamos a nuestra Sierva de Dios. Es interesante porque, sin ella haberlo pretendido, nos da una magistral enseñanza sobre cómo se debe confiar en la intercesión de los santos. Para ella, era el santo Patriarca de Nazareth al que invocaba en medio de una gran tribulación. Para nosotros, es precisamente la bondadosa y cercana Madre María Antonia, la que deseamos invocar en nuestros pequeños o grandes apuros cotidianos. 
          El contexto en el que se desarrolla lo que ella nos va relatar se sitúa en el año 1730. Ha peregrinado a Sevilla, en busca de su marido, para pedirle que acepte una separación del matrimonio que le permita llevar adelante los designios de Dios sobre ella, y se encuentra a un Juan Antonio muy reacio e inflexible, que no parece dispuesto a ceder de su negativa rotunda. Cuenta así María Antonia:

     Estando en esto [sufriendo a solas y quejándose amorosamente a su Dios en tal dificultad], me acordé de mi padre san José, y le dije:
–Padrino mío, ¿qué has hecho? ¡Ha tanto tiempo que te encargué pidieras a mi divino Esposo moviera el corazón de este hombre para que me dejara libre para mi Esposo divino!– Al punto se me apareció mi santísimo padre san José, y me dijo con palabras sensibles:
–¿Acaso no puede Dios hacer el milagro, aunque se haya pasado tiempo sin mover el corazón de tu marido en lo que deseas?
A este modo fue lo que entendí de mi padre san José. Que era el decirme que, para Dios hacer la maravilla de mover el corazón del hermano para que me diera libertad, como he dicho, que no necesitaba el Señor hacer milagros antes de tiempo. Que aquella era la ocasión donde había de resplandecer su misericordia y poder. Con esto me consolé…”.

        Que como la Madre María Antonia, también nosotros adquiramos esa confianza que nos ofrece de amiga y madre: no importa encomendarle intenciones extremas, a las que pudiéramos dar la categoría de milagro; éste es ciertamente necesario, y todos los días se pide expresamente en la Comunidad que la Madre lo realice, pero igualmente importante es -para la prosperidad de su Proceso de Canonización- que le pidamos su ayuda en los problemas y preocupaciones aparentemente secundarios. Decimos aparentemente, porque ¡todo lo que nos aflige es importante para los santos! ¡Como para el mismo Señor! ¡Que ella interceda por nosotros ante el Santo Patriarca, y veamos cumplidos los favores que tan ardientemente le confiamos!


¡Muy Feliz día a todos de nuestro Padre San José!




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