¡Allá por los años treinta!


Siguiendo en la línea que nos hemos propuesto de traer a nuestras entradas del Blog los testimonios más relevantes de favores realizados por la Sierva de Dios –sea por su simpatía, como por su importancia-, nos remitimos a los más lejanos a nosotros en el tiempo, que nos permiten descubrir cómo en la época de los años 30 del pasado siglo, seguía firme –entre gran cantidad de personas que conocían este Carmelo por Madre María Antonia fundado- un alto espíritu de admiración y devoción hacia ella. 

Entorno encantador donde se yergue
la parroquia de san Julián de Malpica
Interior del Templo

     








El entrañable cura párroco durante largas décadas, de la parroquia de Malpica, lugar privilegiado de las bellezas marítimas gallegas, don Benigno Rocamonde (nacido el 20 de julio de 1908) nos quiso dejar constancia en una de sus muy amenas cartas a la comunidad de algo prodigioso sucedido a él mismo en su juventud. 
Con no menos pintoresca pluma que la de nuestra Hna. Inmaculada –anteriormente transcrita-, el que fue de niño y de joven insigne monaguillo de nuestra Iglesia, nos lo describe todo, contagiándonos su propia vibración ante aquel suceso:

«Conozco un favor atribuido a su intercesión [de la Madre María Antonia] que me ocurrió a mí. A los veintidós años, habiendo sido sacristán del Carmen, hubo una pelea a causa de la cual me cortaron varias venas y arterias en la sien izquierda con una navaja de afeitar. Corriendo llegué al Hospital General, donde me atendió el Dr. Echeverri, y allí me cosió y quedé internado tres días. Estando en el Hospital General, las MM. Carmelitas enviaron una pequeña papelina con un paño tocado al cráneo de la Sierva de Dios, que yo coloqué entre la venda y mi cuero cabelludo. A los tres días fui llevado a la cárcel, en el Palacio de Rajoy, donde estuve diecisiete días solo, en una cama y sin ropa de abrigo porque mi familia la había llevado a la tintorería. Pasados diecisiete días, me levantaron la incomunicación y allí permanecí aún dos meses con los demás presos. Siempre, en el tiempo que tuve la cabeza vendada, me acompañó la papelina del paño tocado al cráneo de la Sierva de Dios. No hubo otras medicinas, a no ser el frío que influyó en la fiebre y la comida que me enviaba la familia».

          Don Benigno Rocamonde conservó hasta el final de su longeva vida –ciento tres años-, una estrecha y entrañable relación epistolar con la comunidad. Tuvimos el privilegio y la suerte de poder contar con él como testigo en el Proceso Diocesano de la Causa de Madre María Antonia. Sus últimos años de vida transcurrieron alegrando el ambiente familiar de la Casa Sacerdotal de Santiago de Compostela, Residencia a la que se retiró cuando sus esfuerzos finales le impidieron seguir en su amada parroquia de San Julián de Malpica. Falleció el 12 de agosto de 2011. 

La serenidad de las olas de un día nublado en Malpica,
invitan a la contemplación,,,


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