"Casiña do meu contento..." (III)

Este plano refleja muy bien la ruta que hubieron de seguir las peregrinas de Dios
para pasar la frontera entre Portugal y el sur de España

     Al escribir esta narración, nos encontramos a 14 de marzo de 2021. Hace 291 años, en este momento de la peregrinación de nuestra Madre Mª Antonia y sus tres compañeras, que van en busca de su esposo, Juan Antonio Valverde, para pedirle Acta de separación matrimonial, nuestras peregrinas han recorrido ya prácticamente tierras portuguesas, saliendo de allí por Vila Vizosa a España, que hace frontera con la ciudad de Zafra, provincia de Extremadura.

Atrás dejan nuestras amigas las grandes ciudades que han atravesado de Viana, Oporto, Coímbra, y Abrantes. En cada una de estas localidades han tenido anécdotas múltiples, algunas que afectaron físicamente la salud de dos de las peregrinas, que fueron ingresadas en hospitales de caridad; pero en aras de la prisa que llevamos para ir coincidiendo con el ritmo que llevan ellas, rumbo a Sevilla, dejaremos para otra ocasión el relato apasionante en el que María Antonia se nos muestra como genial escritora descriptiva, y le pedimos que nos cuente estos últimos tramos de la agotadora expedición:

Aspecto de una antigua calle de Oporto, cerca del Puerto

“Ya llegamos al último lugar de Portugal, donde hallamos una señora que nos hizo mucha caridad, que nos llevó a su casa y nos dio bien de cenar donde también dormimos. Y al otro día salimos de este lugar para los primeros lugares de España”.

   

Iglesia de la Candelaria, Zafra (Badajoz)
“[…] Salimos del reino de Portugal no sé qué días, entradas en cuaresma. En el principio de Extremadura, por aquella parte por donde llevamos nuestro viaje, eran los lugares muy chicos y pobrecitos, que no había providencia para nada y lo pasamos con algún más trabajo, hasta llegar a la villa de Zafra que es pueblo grande [...]. En el primer lugar que encontramos de España, nos llevó un cura a comer aquel día a su casa y, como lloviese mucho, no tuvo ánimo de dejarnos salir, que dormimos allí aquella noche. Al día siguiente fuimos a misa a una iglesia de este lugar y, como estábamos hechas a ver las imágenes de Portugal –así de nuestro Señor Jesucristo como de su santísima Madre y demás santos, de hechura muy grandes y de alta estatura– como digo en esta iglesia primera donde entramos tenía el retablo una imagen de nuestro Señor, proporcionada. Yo miré a su Majestad, que me causó no sé qué especial devoción, y dije a las hermanas, tan sencillamente como si dijera una gran cosa: –Gracias a Dios, hermanas mías, que ya vemos a nuestro Señor Jesucristo y divino Esposo, español. Fue tanta su risa de ellas, que les causó el dicho tan de repente, que, aunque fuesen muy melancólicas, era cosa de desterrar toda tristeza, porque les cayó tanto en gracia que no se podían valer de risa, y yo, acordándome de mi tontería, hacía lo mismo que ellas”.


    Todavía se explaya más María Antonia comentando las últimas emociones de un viaje tan peligroso, donde en esta ciudad de Zafra las siguen cuidando y ayudando nuevos bienhechores compadecidos:


¡Impresionante panorámica  de los montes que forman Sierra Morena!

     “Estos santos casados casi lloraban de vernos tan delicadas y por lluvias y nieves por aquellos extraños caminos, solitas; se admiraban de nuestro valor; y todo era lastimarse y compadecerse de vernos. Fue mucha la gracia que Dios puso en estas santas criaturas, para nosotras. Nos dieron un cuarto para todas; y que no habíamos de salir de su casa en muchos días: que era preciso descansar de tanto camino como ya habíamos andado, para subir a Sierra Morena, que se empieza desde allí, y [es] la más mala tierra como peligroso camino que teníamos que pasar, para llegar a Sevilla. Es cierto que el Señor, con sus misericordias quiso favorecernos, con tanto regalo por medio de estas criaturas para tomar ánimo para pasar un tan desempeñado camino y peligroso, de perder las vidas, en la dicha Sierra Morena, porque tiene, me parece, por aquella parte, siete días de jornada; esto yendo en pies ajenos. Este caballero nos dijo sería imposible pasar esta sierra, solas y a pie; porque, sino era que nos quedásemos las noches entre matas y selvas, que no había dónde nos recoger por las noches. Si había algunas ventas, era peligroso quedarse sin guardas en ellas: porque solían estar las ventas llenas de ladrones disfrazados. Nos puso tantos imposibles para poder caminar solas por aquellas horribles montañas, que nos convenció con sus razones. Yo decía: –Preciso tengo que caminar y pasar ese camino tan peligroso por Dios; pero si su divina Majestad nos da algún remedio para no ponernos en ese peligro solas, le daremos gracias por ello. Esto se quedó así”.

¡Adentrémonos por la Sierra...!
“[…] Lo que encontrábamos muy a menudo y a cada paso, por toda la Sierra Morena, eran muchas cruces: de haber muerto los alevosos y ladrones a muchas personas; y no había cinco días que habían muerto no sé cuántos pobres pasajeros, y pasamos por las mismas cuevas donde estaban enterrados. Es cierto que es menester mucho valor para pasar una sierra que, sólo en verla causa pavor y miedo, y de tantas jornadas […];

"que no se ven en estos montes si no es toros bravos..." 

que está esta montaña muy despoblada de lugares y gentes, que no se ven en estos montes sino es toros bravos, y otros muchos animales monteses por todas partes. Parece llevábamos nuestro corazón en nuestro divino Esposo y pidiéndole socorro para que nos defendiera de todo mal y peligros del camino; pero por esta sierra parece no decíamos palabra unas a otras, sino que, en silencio, íbamos en continua oración pidiendo al Señor nos defendiera de ladrones. Yo llevaba el santo Cristo en la mano y decía a las hermanas, cuando alguna vez mostraban miedo: –No hay qué temer, hermanas mías; que aunque nos salga al encuentro una cuadrilla de ladrones, enseñándoles esta arma y defensa que llevamos en nuestra compañía, no tendrán ánimo de hacernos mal alguno. Con esto nos alentábamos unas a otras; y, puestos nuestros corazones en el original de la imagen que llevábamos del santísimo Cristo pasamos aquel

"Animales monteses" de la Reserva natural
de Sierra Morena...

camino con felicidad, aunque un poco trabajosas de las mismas caballerías que, aunque nos llevaban encima de las cargas, del mal paso que llevaban iban nuestros cuerpos muy molidos y estropeados lo bastante; pero todo lo dábamos por bien empleado a la vista de sacarnos el Señor en paz y sin peligro alguno de todos aquellos caminos y malos pasos.

    ¡Que sea infinitamente alabada su misericordia, de todas sus criaturas! Amén”.


Comentarios