Elogio a una literata del siglo XVI por una literata del siglo XVIII


           Si decía santa Teresa que a san Pablo no se le caía de la boca Cristo, “como quien bien le llevaba en su corazón”, seguramente desde su morada eterna, sentirá una enorme satisfacción viendo como su hija María Antonia la ha llevado a ella también en sus labios, en su pluma, en fin, en su misión, como un referente espiritual  indispensable para dejar como herencia a sus “hijas venideras” del Carmelo de Santiago.

El mejor homenaje que este año podemos hacer a estas dos mujeres -confluyentes en tantos aspectos sorprendentes-, será ponernos a la escucha de lo que nuestra Madre María Antonia pensaba acerca de Santa Teresa. En ella se vio reflejada, comprendida, emulada e identificada plenamente, tanto en su papel de fundadora, como en su papel de magisterio espiritual.

El texto que escogemos, para que se ponga en evidencia este amor, lo tomamos de su Tratado: Edificio Espiritual, en su Parte Primera, es decir, casi en las primeras páginas en que deja traslucir su confusión por la obediencia que le ha impuesto P. José de Jesús María de escribir dicho tratado.

# Las ilustraciones que acompañan  este precioso testimonio han sido tomadas de dos bellísimas tallas de madera que veneramos en nuestro monasterio, de autor desconocido, tallas que por sí solas nos hablan de Teresa y de sus gracias místicas, en este caso, de la escena de la Transververación de su corazón enamorado.


“Me manda, vuestra reverencia, que escriba algunas cosas sacadas de la misma experiencia mía pues he pasado por tantos y diversos lances para conseguir el logro de esta santa fundación, y que no será malo, para las mis hermanas venideras, que vean lo mucho a que están obligadas a Dios nuestro Señor que las dispuso en estos tiempos, y antes de que nazcan las más, el hacerlas en este reino y santa ciudad una casa de su Santísima Madre del Carmen Señora nuestra, y de la

reforma de su más amada hija, y madre nuestra, santa Teresa de Jesús, que tanto le costó de persecuciones, trabajos y desvelo, como de continuos cuidados, para que su divino Esposo, y nuestro, fuera servido y glorificado de todas las almas que había de plantar en estos sus más floridos jardines, dejándonos asimismo el divino riego con la doctrina tan pura y acendrada, como sólida y llana, de sus santos escritos para la conservación y enseñanza de dichas almas -que son las flores de sus santos monasterios-."

"Yo suelo llamar a mi madre santa la apóstola de las gentes, porque se empleó en un ministerio semejante al de los santos apóstoles. Aquéllos, a imitación de su divino Maestro, prosiguieron en la fundación de la nueva Iglesia, cuya y suprema cabeza es Cristo, nuestro sumo Bien, y sus miembros, de sus amados discípulos, llevaron adelante la divina obra que la divina Cabeza había empezado, hasta dar la vida por su Cabeza sacrosanta, de su más divino y amoroso Maestro y Padre". "Y para conseguir el vivir un poco más para su divino Esposo se me ofrece que la concedió su petición divirtiéndola con las flores de los trabajos que le costó el plantar esta viña,

reformada por ella misma, del sagrado monte carmelitano, que desde el día que empezó no la dejó de la mano hasta que acabó el último jardín de ella, que fue Burgos. Y con todos estos y otros santos empleos suyos entreveraba escribir sus santos libros para dejar -a sus queridas flores, de sus hijas -la luz y más sana doctrina que recibió de su Sol y Esposo divino; para que, como madre de tantas, tuviesen continuamente su retrato presente, estampado en sus escritos".

"Como digo, se halla para todo luz copiosa en sus santos escritos y juntamente la gracia de que los puedan entender las almas de sus queridas hijas por haberle dado el Señor una explicación con un estilo tan llano y acomodado a nuestra corta

capacidad y remota inteligencia, que es lo más que sus hijas alaban, que explique nuestra gran madre y maestra de nuestros espíritus tan altos y divinos secretos del amor de su divino Esposo con  términos y comparaciones tan naturales y comunes; que ésta ha sido una gracia especial de su divino Esposo, para que mejor entendiesen sus hijas su santa doctrina y conceptos espirituales, aclarándonos al mismo paso lo oscuro de ellos para nuestros entendimientos con comparaciones tan caseras y manuales, como naturales y humildes".

“Qué sea su divino Esposo y nuestro muy alabado y glorificado por haberle dado tanta luz y gracia en sus escritos, para dejar estampado en ellos el grande espíritu que recibió de su celestial Esposo -tan discreto, sabio y humilde- para dejarnos la mejor herencia de sus bienes, que todos fueron espirituales, para que sus hijas se sustenten con tan divino manjar en el camino de virtud y perfección religiosa que profesan; 

para que por este medio tan seguro las haga el Señor dignas de llevarlas a ver a su querida y más amada madre en el cielo, no excluyéndome a mí, aunque tan indigna hija suya, de que me toque por la grande misericordia de su divino Esposo, de entrar con las que han sabido mejor que yo aprovecharse de la doctrina de tal madre, la dicha también de verla en la gloria de su divino Esposo. ¡Qué sea alabado por todo. Amén. Amén!


¡Santa Madre Teresa, Luz de Iglesia Santa! Enséñanos el Camino de Perfección, 
para que nos sea revelada, así, la gloria eterna.

"Vuestra soy, para vos nací:

¿qué mandáis hacer de mí? 

Veis aquí mi corazón"


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