¡Las virtudes del Adviento se viven y meditan mejor en un día de retiro con la Señora!

Todavía saboreando y experimentando el cálido amor que nos ha infundido la Fiesta de nuestra Madre Inmaculada, nos damos cuenta de que ya se ha pasado, prácticamente, la primera parte del Adviento. Entramos con ilusión, de la mano de la rica liturgia de este tiempo, en el Tercer Domingo, denominado "Dominica de Gaudete", porque desde tiempos inmemoriales la Iglesia ha tomado el texto que San Pablo dirige a sus fieles de Filipos: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. ¡El Señor está cerca!" (Flp. 4,4), como base de fondo sobre la cual gira la inminente cercanía de la Natividad del Señor.

Y nos parece que es justo ahora cuando podemos seguir describiendo otros aspectos que nuestra Madre María Antonia fue dejando incorporados en su nueva fundación para ejercitar nuestro espíritu y entrenarlo durante este "tiempo fuerte" que a ella tanto le encantaba. En efecto, los testigos que declararon en su primer Proceso al año de su muerte, han remarcado la puntualidad o "exacción" con que le gustaba preparar el culto y las debidas ceremonias que rodeaban las grandes fiestas litúrgicas, concretamente la Santa Navidad. 

Otros años hemos destacado este profundo cariño y vivencia hacia el Misterio que encierra toda la Navidad. Hoy nos fijamos en los llamados entre nosotras "retiros de Adviento", que junto con las "suertes de Navidad", van formando como un conjunto de ejercicios o prácticas con las que las Hermanas quieren profundizar y ahondar en su camino personal hacia Belén, acompañando idealmente a los dos santos Peregrinos que ya se van acercando a la meta de su viaje.

Tenemos la inmensa suerte de conservar en la actualidad -en perfecto estado- una imagen de María que le fue regalada a la Venerable Madre  durante su viaje de venida a la fundación de Santiago y que constituyó una gran alegría para ella.. Este regalo o donación fue hecha por un convento de monjas Concepcionistas Franciscanas que había en la ciudad de Astorga, monjas que colmaron de atenciones a las fundadoras que venían en ruta a Santiago. La imagen, por cierto, adelantándose tantos años a lo que finalmente declararía la Madre Iglesia en su Dogma de la Inmaculada Concepción, aparece ya representando este misterio tan intuido y enraizado en el instinto religioso y mariano del pueblo español. 

Esta imagen donde la Virgen mira hacia el cielo, en actitud de elevación, calzando sus pies la blanca luna, y su manto y corona adornados con estrellas, pisando con su pie la cabeza del dragón infernal, es la que preside nuestros retiros de este tiempo. Con el objeto de no distraer ahora la atención del tema que nos ocupa, dejamos pendiente una nueva entrada que prontamente dedicaremos al análisis iconográfico de esta bella imagen, así como una más exhaustiva descripción de su procedencia, narrada de la pluma de la misma Madre María Antonia en su Autobiografía.

La ceremonia de este acto comunitario es sencilla, y por eso quizá contiene más encanto para nosotras. La imagen de María Inmaculada, llevada en brazos por la madre priora, se dirige procesionalmente a la celda de la hermana a quien le toca hacer su día de retiro. El resto de la comunidad avanza delante de la imagen, al par que vamos entonando las letras del Magníficat latino, Tono octavo, hasta dejarla depositada en la celda  que acogerá a nuestra Virgen del Adviento.

Mientras la madre priora entra a situar la imagen, el resto permanecemos fuera, de rodillas. Se recita la oración latina tan propia del momento: ¡Apereatur terra, et germine Salvatorem!, se rezan las tres Aves de salutación a la Señora, y se da por concluida la procesión. Al día siguiente, como siempre cinco minutos antes de finalizar la recreación de la noche, nos dirigimos de nuevo procesionalmente cantando el Magníficat hacia la celda donde ha estado tan bien acompañada la Virgen por la fervorosa hermana, la madre priora la toma de nuevo, y nos dirigimos sin detenernos a la celda de la siguiente hermana que va a realizar su retiro, según el orden que se ha proyectado de antemano.

La última en realizar su día de retiro, es naturalmente, nuestra madre priora. Al acudir a su celda después de pasado su día de recogimiento -siempre procesionalmente-, se hace una salvedad: todas las Hermanas entramos en su celda, y allí, de rodillas, después de los rezos acostumbrados, recibimos la bendición "conjunta" de nuestra Madre Inmaculada en manos de nuestra madre priora, su representante para nosotras. Con esta bendición que recibimos como un bálsamo de paz en medio de un gran recogimiento, se da por terminada la "caminata hacia Belén", y de hecho, se comienzan los preparativos más externos y las actividades creativas que crearán el ambiente navideño por todos los rincones y oficinas del Monasterio. 

¡Pero esto ya es "otro capítulo", ¿no?que no queremos adelantar! De momento, sigamos en esta actitud orante, preparando nuestra canastilla al Niño Jesús, practicando aquella virtud que se nos ha propuesto en la suerte de Navidad que nos ha tocado.

Por cierto, que agradecemos las noticias que muchos de vosotros nos habéis compartido sobre cómo estáis interpretando y preparando vuestra canastilla: ¡cuánta creatividad y cuanto amor callado y profundo hacia este Niño, al que le estáis preparando portal, pajas, mantillas, techo, con las virtudes de la humildad, de la Presencia de Dios, y de llevar con alegría "los pequeños desvíos de las criaturas", como nos lo pedían nuestras "suertes"!

Que todos sigamos deseando vivir así el tiempo que nos queda de preparación. ¿No es verdad que, como asegura san Pablo, 

Hay más alegría en dar que en recibir?...


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