¡Y enfilamos ya el último tramo de nuestro caminito hacia Belén!

 

Desde luego que, con este último domingo de Adviento que hoy celebramos, podemos experimentar ya una vibración trepidante -ayer celebrábamos a nuestra Señora de la Expectación, o de la Esperanza-, como la que indudablemente hubieron de sentir María y José en estas últimas jornadas de su histórico viaje a Belén...

Nosotros seguimos igual de ilusionados que al comenzar este Tiempo de preparación para el Nacimiento de Jesús. Aunque quizás nos haya decepcionado un poco ver algunos fallitos en nuestros buenos deseos de practicar los propósitos que las suertes de Navidad nos habían indicado, a pesar de ello, seguimos deseosos de intentarlo una y otra vez, con esa certeza que tienen los niños de que sus padres miran con simpatía sus caídas y sus graciosos esfuerzos por recuperarse...

Seguro que seguimos deseando "apurar" los últimos intentos en este tiempo de oportunidad que nos queda, y que todavía pondremos en el Pesebre muchas más pajitas, dejando en ellas el calor y el beso de nuestra ofrenda:  cada vencimiento, cada acto de bondad y de virtud, de mansedumbre, de paciencia, que se nos cruce en el camino...


Como anunciábamos en una de las pasadas entradas, vamos a dedicar unas breves líneas al análisis y estudio de la pequeña imagen de la Virgen Inmaculada que acompañó a nuestra Madre María Antonia en su camino de venida a la Fundación de Compostela en el año de 1748, y que es la que ha presidido nuestro retiro de Adviento una vez más en el monasterio.

La primera fuente documental a la que echamos mano es un Estudio que aporta datos muy interesantes, a nivel artístico -descripción y estudio de la imagen-, realizado por el Dr. Ramón Otero Túñez -Historiador del Arte, ya fallecido- en la Revista que se publicaba por la Real e Ilustre Cofradía Numeraria del Rosario, aquí en Santiago de Compostela.

Don Ramón Otero se interesó vivamente por el patrimonio artístico e imaginero de nuestra comunidad, que descubrió, gracias a su amistad con la comunidad, al acercarse a los Escritos de la M Mª Antonia, donde se maravilló de cuanto ella narra de este riquísimo patrimonio, admirando su prodigiosa memoria. Pedidos los permisos pertinentes, pudo -a lo largo de un tiempo bien aprovechado-, entrar en la clausura para tomar notas, observar con detenimiento las imágenes, y hacer una especie de catalogación de las mismas.

Con respecto a la imagen que hoy nos ocupa, transcribimos lo que él presenta en su Estudio de la Revista mencionada, que fue el fruto y resultado de la IV Semana Mariana en Compostela (26-31 de octubre de 1998).

“[…] Así  [en una visión de la Virgen Inmaculada] la contempló la santa portuguesa Beatriz de Silva, fundadora de las concepcionistas descalzas. Su orden tenía un convento en Astorga, cuyas monjas colmaron de atenciones a la M Mª Antonia de Jesús, de paso hacia Santiago. […] En nuestro relato, María, levantando la mirada y juntando las manos, agradece a Dios su victoria… Viste túnica blanca, con bordados de vistosa decoración vegetal, y manto azul, salpicado de estrellas, cuya caída casi simétrica a ambos lados de la figura evoca el recuerdo de las Inmaculadas de Gregorio Fernández. Sin embargo, llama la atención que dicho manto cubra la cabeza de la doncella, como las de tantas mujeres portuguesas, y se enrosque en el brazo derecho para provocar un dinamismo y multiplicación de pliegues, delatando así el avance de los tiempos.

No deja de ser curioso constatar que tiene bajo sus pies un dragón, y no el habitual cortejo de cabezas angélicas. Esto evidencia que la fundamentación de esta imagen barroca se basa en los versículos del Apocalipsis: “Una mujer cubierta del sol, la luna debajo de sus pies, coronada con doce estrellas… […] Y fue vista otra señal… un dragón bermejo” (Ap. 12, 1-3). De los atributos apocalípticos conserva “la corona de doce estrellas”, y “la luna debajo de sus pies”, con los cuernos hacia arriba. Por el contrario, ha desaparecido el resplandor solar alrededor de la imagen, como es frecuente en la escultura, a causa de las dificultades de ejecución y conservación”.

Hasta aquí la descripción de don Ramón Otero Túñez. 

¡Adelante, amigos todos, seamos, con el impulso de nuestro amor, el cortejo real que acompañe y dé cobijo en nuestros corazones a este Rey que viene, ocultando su realeza -su divinidad- en el Seno de una Virgen, su Madre y nuestra, María!


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