Dos Coronas entrelazadas: Cristo Rey, y el tiempo litúrgico de Adviento.

Acabamos de finalizar el Año Litúrgico del Ciclo C con la majestuosa solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. El Santo Padre Francisco ofreció el consuelo a los habitantes de la pequeña ciudad de Asti, en Italia, celebrando la Eucaristía en su catedral. Un detalle de gratitud hacia sus familiares, oriundos de estas nobles tierras, de donde salió su padre, emigrante a Argentina.

Creemos que vale la pena resaltar algunos aspectos de su homilía, precisamente para vincular intencionadamente una estrecha relación entre este aspecto del Reinado Universal de Cristo, y la Corona de Adviento que acabamos de estrenar el domingo siguiente a Cristo Rey.

 El Papa Francisco nos dice que, cuando visualizamos la imagen de un rey, nos lo imaginamos como un hombre poderoso, sentado en su trono, con un cetro en la mano, y cubierto de insignias. Y añade: pero Jesús da un vuelco a su realidad, a su realeza. Y nos ofrece la imagen de un Crucificado, subido a un patíbulo, mirado por los presentes con una gran indiferencia, con comentarios despreciativos. Llega incluso a decir que para los videntes, aquello era un espectáculo. Y todavía nos hace reflexionar el Papa acerca de dos posibles posturas que nosotros mismos podemos adoptar frente a ese Rey que pende del Madero: podemos ser indiferentes -lo cual aún es peor que realizar el mal-, o podemos involucrarnos.

 En esta segunda actitud nos propone el ejemplo del buen Ladrón. Un hombre que llama a Jesús por su nombre, lo reconoce, lo necesita y lo llama. Y una petición que no se mira a sí mismo, sino que se hace frente a los pies del Crucificado: "Acuérdate de mi"...

"¡Acuérdate, acuérdate!", nos insiste el Papa Francisco, animándonos a que esta sencilla invocación sea frecuente en nuestra oración continua...

Y guiados por la pedagogía sapiente de la Iglesia, tras la fiesta de la Coronación de Cristo como Rey del Universo, nos introduce la liturgia en el nuevo clima del Adviento, cuyo primer domingo se caracteriza por la bendición de la Corona de Adviento que en un lugar discreto, pero visible, presidirá nuestras celebraciones día tras día, semana tras semana, encendiendo simbólicamente sus distintas luces a medida que transcurre este tiempo de espera de la Venida del Señor.










La Corona de Adviento no es un adorno más que quiere destacar estéticamente en nuestros templos para servir de ornato a este "tiempo Fuerte", que es considerado como tan importante para la preparación del Nacimiento del Verbo Encarnado. Esta Corona tiene una intencionalidad llena de contenido espiritual. Es un gran simbolismo, que nos dice mucho a quienes venimos dispuestos a vivir en profundidad el espíritu de este tiempo litúrgico, cargado de indecible belleza .

Resulta muy acertada la metáfora que nuestro capellán de las Eucaristías dominicales, D. Manuel, ha expresado con vivacidad: La Corona de Adviento es un anillo cerrado, que parece abarcar todo el Universo, uniéndolo en un punto. Esta forma circular nos recuerda los anillos, más concretamente, el anillo de Bodas entre dos desposados. Es una verdadera Alianza esponsal. Todos estos términos ya nos están evocando toda una experiencia espiritual, nos evocan la Alianza que Dios celebra con su Pueblo en tiempos remotos, las Alianzas que sucesivamente realiza con los Patriarcas más queridos de su Corazón: Abraham, Moisés, Jacob...

Y este conjunto de Alianzas entre Dios y su Pueblo desemboca en la Alianza Nueva y Eterna de Cristo, que en la noche de la Cena, establece como Pacto indisoluble con la humanidad.

La entrega de su Cuerpo y de su Sangre en este momento de su vida, es la vuelta al principio de su Encarnación. Ese Cuerpo y Sangre, Alianza matrimonial con cada uno de nosotros, es la Carne tomada en el Seno de Santa María Virgen. Es su naturaleza humana, que nos deja como Enlace de Comunión con Él por los siglos de los siglos.


Y la Corona de Adviento va iluminando diariamente, como una Alianza matrimonial de nuestras almas con Jesús, Esposo de cada bautizado, la espera de una nueva actualización de su Nacimiento en Belén. La Carne santísima de Cristo saldrá a la luz de este mundo rompiendo las tinieblas que acompañaban al ser humano. Esto es lo que, en anhelante espera, deseamos preparar un año más. Deseamos estar vigilantes, despiertos, dispuestos, para celebrar dentro de breves semanas ese prodigio inaudito que es la Venida de Jesús en la Carne...



De ahí que, la Corona de Adviento que acompaña nuestras celebraciones litúrgicas, nos llena de un gran consuelo, y nos invita a meditar con gratitud y a desear con anhelo enamorado que sí, que llegue esa Noche de Bodas de Cristo con la Humanidad


 ¡que llegue la Noche santa de Belén!


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